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En un estudio clínico se respaldó el uso ininterrumpido de imatinib para algunos tumores de estroma gastrointestinal

, por Edward Winstead

Imagen anatómica que indica la frecuencia con que se encuentran los tumores de estroma gastrointestinal (TEGI) en el aparato digestivo.

El TEGI a veces aparece en varias partes del aparato digestivo, aunque se presenta con mayor frecuencia en el estómago.

Fuente: Adaptación del original de © Terese Winslow

Según los nuevos resultados de un estudio clínico, las personas que reciben imatinib (Gleevec) como tratamiento para algunos tumores de estroma gastrointestinal (TEGI) avanzados deben continuar el tratamiento sin interrupción hasta que la enfermedad empeore.

El estudio, que se realizó en Francia, incluyó a personas con TEGI avanzado que recibieron tratamiento con imatinib durante 1, 3 o 5 años. Los participantes cuyos tumores dejaron de crecer, se achicaron o desaparecieron al final del período de tratamiento se asignaron al azar para continuar el tratamiento con imatinib o para suspenderlo hasta que la enfermedad progresara (es decir, se agravara o los tumores crecieran) y se les dio seguimiento hasta por 20 años.

El 7 de agosto, los investigadores informaron en la revista Lancet Oncology que, en los participantes que suspendieron el imatinib al final de todos los períodos de tratamiento, la enfermedad empeoró más rápido, el imatinib dejó de funcionar más pronto (resistencia al medicamento) y la supervivencia fue menor que la de los participantes que continuaron con el tratamiento.

Estos hallazgos reafirman las recomendaciones de los expertos de que la mayoría de las personas con TEGI avanzado deben seguir recibiendo el tratamiento con imatinib sin interrupción, señaló el investigador principal del estudio, el doctor Jean-Yves Blay, del Centro Léon Bérard en Lyon (Francia).

“Se debe desalentar la interrupción del tratamiento con imatinib a menos que haya razones médicas muy buenas para hacerlo”, comentó el doctor Blay.

Los autores de un editorial adjunto estuvieron de acuerdo. Si el imatinib funciona para las personas con TEGI avanzado, “es algo bueno que no hay que suspender”, escribieron el doctor y licenciado en Medicina Ryan Denu y la doctora Neeta Somaiah, del Centro Oncológico MD Anderson de la Universidad de Texas.

Conversaciones sobre el descanso terapéutico

El imatinib, un tipo de tratamiento llamado inhibidor de tirosina–cinasas, fue durante mucho tiempo el tratamiento inicial estándar para las personas con TEGI avanzado. Aunque el imatinib puede achicar tumores, con el tiempo, el cáncer se vuelve resistente al medicamento y comienza a crecer de nuevo.

Según los investigadores, otros factores que limitan el tiempo que los pacientes reciben imatinib son el costo del medicamento y los efectos secundarios, como náuseas y vómitos, que afectan la calidad de vida de la persona.

Por estos problemas, “es natural que los pacientes consulten si pueden tomarse un descanso del tratamiento”, explicó el doctor Andrew Blakely, del Centro de Investigación Oncológica (CCR) del Instituto Nacional del Cáncer (NCI), especialista en TEGI que no participó en el estudio.

En general, las directrices estadounidenses y europeas recomiendan que los pacientes con TEGI avanzado continúen con el imatinib de forma indefinida, siempre y cuando toleren los efectos secundarios del tratamiento y la enfermedad se mantenga estable. Los nuevos hallazgos respaldan este enfoque y aportan más información.

En el estudio, se destacó el hecho de que “los pacientes que alcanzan los 3 años sin progresión de la enfermedad con imatinib tienen una probabilidad más alta de mejores desenlaces con este medicamento a largo plazo”, escribieron los autores del editorial.

“No esperábamos que la interrupción del imatinib tuviera un efecto perjudicial en el riesgo de resistencia al medicamento y en la supervivencia”, comentó el doctor Blay.

Todos los resultados del estudio favorecieron el tratamiento ininterrumpido

En el estudio clínico, llamado BFR14, los investigadores inscribieron a personas con TEGI avanzados que no eran operables o que se diseminaron. Todos los participantes comenzaron el tratamiento con imatinib y, siempre y cuando el cáncer no empeorara, continuaron el tratamiento por al menos 1 año. A continuación, los investigadores asignaron al azar a los pacientes para que continuaran o interrumpieran el tratamiento.

Luego, repitieron esta asignación al azar para los pacientes que continuaron con enfermedad estable después de 3 y 5 años de tratamiento. En todos los casos, las personas que se asignaron para interrumpir el tratamiento lo podían reanudar si el cáncer comenzaba a crecer de nuevo.

Cronograma del estudio BFR14

En el estudio BFR14, los participantes se asignaron al azar para interrumpir el imatinib o para seguir tomándolo. El cronograma fue el siguiente:

De mayo de 2003 a marzo de 2004: después de 1 año de tomar imatinib, se asignó a 32 participantes para interrumpir el tratamiento y a 26 participantes para continuar el tratamiento.

De junio de 2005 a mayo de 2007: después de 3 años de tomar imatinib, se asignó a 25 participantes para interrumpir el tratamiento y a 25 participantes para continuar el tratamiento.

De noviembre de 2007 a julio de 2010: después de 5 años de tomar imatinib, se asignó a 14 participantes para interrumpir el tratamiento y a 13 participantes para continuar el tratamiento.

Los resultados favorecieron el tratamiento ininterrumpido en todos los momentos.

Por ejemplo, en los 25 participantes que continuaron recibiendo imatinib después de 3 años de tomarlo, la mediana de tiempo desde la fecha de su asignación aleatoria hasta la muerte por cualquier causa fue de 11,2 años (134 meses), en comparación con 8,6 años (104 meses) en los 25 participantes que suspendieron el tratamiento.

En comparación con las personas que suspendieron el tratamiento, las personas que tomaron imatinib sin interrupción vivieron más tiempo sin que el cáncer empeorara, lo que se conoce como supervivencia sin progresión. Por ejemplo, para quienes continuaron con el imatinib después de 1 año de tratamiento, la mediana de supervivencia sin progresión fue de 27,8 meses, en comparación con 6,1 meses en los participantes que se asignaron para interrumpir el tratamiento en ese momento.

Los grupos que suspendieron el tratamiento en cada momento programado presentaron resistencia al imatinib más rápido que los grupos que continuaron el tratamiento. Por ejemplo, en el grupo que interrumpió el imatinib después de 1 año, la mediana de tiempo hasta la resistencia fue de casi 2,5 años (28,7 meses), frente a 7,5 años (90,6 meses) en el grupo de tratamiento continuo. 

Los doctores Denu y Somaiah escribieron que se necesitan más investigaciones para entender por qué la resistencia se presenta más rápido en los pacientes que suspenden el imatinib.

El doctor Blakely indicó que estos hallazgos pueden ayudar a orientar las conversaciones entre los pacientes y los médicos sobre el tratamiento con imatinib.

Comentó que, “los oncólogos podrían usar los nuevos resultados para explicar en detalle por qué no se recomienda tomar descansos prolongados del tratamiento ni interrumpir el tratamiento después de un período arbitrario”.

Novedades a partir del seguimiento a largo plazo de los estudios clínicos sobre el cáncer

Los resultados anteriores del estudio BFR14 indicaron que era probable que tomar un descanso del imatinib después de 1 año de tratamiento no fuese peligroso para algunas personas con TEGI avanzado sin progresión.

“Los resultados actualizados demuestran que es posible obtener información importante del seguimiento prolongado de los participantes del estudio”, indicó el doctor Blay.

Los investigadores señalaron que una limitación del estudio fue el porcentaje bajo de participantes a los que se les hizo una caracterización molecular de los tumores en el momento de la asignación al azar y en el momento de la progresión de la enfermedad. Esta información podría dar pistas sobre las características biológicas del TEGI y su tratamiento.

Para los pacientes que ya no pueden recibir el imatinib, hay inhibidores de tirosina–cinasas más nuevos, como el sunitinib (Sutent) o el nilotinib (Tasigna). Los médicos pueden elegir entre estos tratamientos de última generación según las características biológicas del tumor del paciente.

“Estamos perfeccionando el enfoque del tratamiento de TEGI al tener en cuenta los cambios genéticos específicos [del tumor de una persona] cuando seleccionamos la próxima línea de tratamiento”, comentó el doctor Blakely.

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