El cáncer de endometrio se presenta en mujeres posmenopáusicas con un promedio de edad de 60 años en el momento del diagnóstico. El estrógeno endógeno y exógeno se relacionan con proliferación, hiperplasia y cáncer de endometrio, por lo tanto, los factores de riesgo de cáncer de endometrio son la hiperplasia endometrial, los factores reproductivos (nuliparidad, menarquia precoz y menopausia tardía), el síndrome de ovario poliquístico, la administración posmenopáusica de estrógenos, la obesidad con aumento de peso en la edad adulta y el uso de tamoxifeno. Las mujeres con síndrome de Lynch tienen un aumento del riesgo de cáncer de endometrio, al igual que las mujeres con una familiar de primer grado con cáncer de endometrio.
Nota: En esta sección, se resume la evidencia científica publicada sobre la prevención de este tipo de cáncer. En el resto del resumen, se describe la evidencia con más detalle.
Otros resúmenes del PDQ que contienen información relacionada con el cáncer de endometrio son los siguientes:
El siguiente resumen solo está disponible en inglés:
A partir de evidencia sólida, la hiperplasia endometrial se relaciona con formación simultánea [1] o posterior de cáncer; esta asociación se reconoció por primera vez en 1932.[2]
Magnitud del efecto: las mujeres con hiperplasia y atipia tienen un riesgo del 40 % de presentar un cáncer simultáneo.[3]
A partir de evidencia sólida, el estrógeno sin oposición se relaciona con un aumento del riesgo de cáncer de endometrio. Si bien es posible eliminar este exceso de riesgo si se agrega una progestina continua a la terapia con estrógeno, esta combinación se relaciona con un aumento del riesgo de cáncer de mama.[4-7] Para obtener más información, consultar Prevención del cáncer de seno (mama).
Magnitud del efecto: el riesgo de cáncer de endometrio en mujeres que usan estrógeno sin oposición durante 5 años o más es por lo menos 2 veces más alto que el de las mujeres que no usan la hormona. El riesgo aumenta con la duración del consumo del estrógeno sin oposición.
A partir de evidencia sólida, el uso de tamoxifeno por más de 2 años se relaciona con un aumento del riesgo de cáncer de endometrio.[8] El uso de otro modulador selectivo del receptor de estrógeno (MSRE), el raloxifeno, no se asocia con aumento del riesgo.[9,10]
Magnitud del efecto: las mujeres que toman tamoxifeno durante más de 2 años tienen un riesgo relativo (RR) de 2,3 a 7,5 veces de cáncer de endometrio, incluso un riesgo alto de carcinoma seroso de útero y carcinosarcoma.[11]
A partir de evidencia sólida, el sobrepeso, la obesidad y el aumento de peso durante la edad adulta se relacionan con un aumento del riesgo de cáncer de endometrio.[12]
Magnitud del efecto: el riesgo de cáncer de endometrio aumenta 1,5 veces por cada 5 kg/m2 de cambio en la masa corporal.[12]
A partir de evidencia sólida, las mujeres con determinadas afecciones hereditarias, genes de penetrancia alta y antecedentes familiares de cáncer de endometrio en una familiar de primer grado tienen un mayor riesgo de presentar cáncer de endometrio.
Magnitud del efecto: el riesgo de presentar cáncer de endometrio se multiplicó por 1,82 (intervalo de confianza [IC] 95 %, 1,65–1,98) y se relacionó con antecedentes de cáncer de endometrio en una familiar de primer grado. El riesgo absoluto de cáncer de endometrio entre las mujeres con BRCA1 o BRCA2 fue del 3 %.
A partir de evidencia sólida, el aumento del número de partos y de la duración de la lactancia se relacionan con una disminución del riesgo de cáncer de endometrio.[13]
Magnitud del efecto: las mujeres que han tenido hijos presentan una disminución del 35 % en el riesgo de cáncer de endometrio (cociente de riesgos instantáneos, 0,65; IC 95 %, 0,54–0,77) en comparación con las mujeres nulíparas. La duración de la lactancia también se relaciona con una disminución del riesgo; se observó una disminución del riesgo del 23 % cuando la lactancia dura más de 18 meses. La reducción de riesgo se atenuó cuando se ajustó según el número de partos.[14,15]
A partir de evidencia sólida, el uso durante por lo menos 1 año de anticonceptivos orales con estrógeno y progesterona disminuye el riesgo de cáncer de endometrio, esta disminución es proporcional a la duración del uso.[16] Es posible que el riesgo más bajo persista más de 30 años después de suspender los anticonceptivos orales.[16,17]
Magnitud del efecto: el uso de anticonceptivos orales durante 5 años se relacionó con una reducción del RR del 24 % (cociente de riesgos, 0,76; IC 95 %, 0,73–0,78) que persistió durante más de 30 años. El uso durante 10 años se relacionó con una reducción absoluta del riesgo antes de los 75 años de edad desde 2,3 por 100 mujeres hasta 1,3 por 100 mujeres.
A partir de evidencia sólida, el uso actual de anticonceptivos orales combinados se relaciona con un aumento del riesgo de coágulos sanguíneos,[18] accidente cerebrovascular e infarto de miocardio,[19] en especial, en mujeres fumadoras de cigarrillos mayores de 35 años.
Magnitud del efecto: el uso de anticonceptivos orales se relacionó con un aumento absoluto del riesgo de coágulos sanguíneos de cerca de 1 caso por 4465 años-persona (IC 95 %, 4095–4797 años-persona). El uso de anticonceptivos orales se relacionó con un aumento en el RR de accidente cerebrovascular e infarto de miocardio del 60 % (cociente de riesgos, 1,6; IC 95 %, 1,3–1,9).
La evidencia es insuficiente para determinar si la pérdida de peso se relaciona con una disminución en la incidencia de cáncer de endometrio. A partir de un estudio, la pérdida intencional de peso autonotificada durante 3 períodos de edad no se relacionó con una disminución en la incidencia de cáncer de endometrio.[20] La cirugía bariátrica se relaciona con una disminución del riesgo de cáncer de endometrio.[21-23] Después de la cirugía bariátrica, otras afecciones relacionadas con la obesidad, como la diabetes y el síndrome metabólico a menudo también mejoran o se resuelven.
Magnitud del efecto: el RR de cáncer de endometrio en las mujeres que perdieron por lo menos 20 libras de peso de manera intencional fue de 0,93 (IC 95 %, 0,6–1,44). La tasa de incidencia de cáncer de endometrio por 1000 años-persona fue de 1,1 en quienes se sometieron a cirugía bariátrica en comparación con 2 en el grupo de control de personas obesas que recibieron la atención habitual (CRI, 0,56; IC 95 %, 0,35–0,89).
Varios procedimientos se agrupan dentro del término general cirugía bariátrica. La cirugía bariátrica se relaciona con posibles complicaciones quirúrgicas a corto plazo y riesgos a mediano y largo plazo. Las complicaciones quirúrgicas inmediatas incluyen infecciones, tromboembolias venosas, complicaciones respiratorias o cardíacas, derrame por la anastomosis, úlceras marginales, estenosis u obstrucción, y de manera infrecuente, la muerte.[24,25] También se presenta el síndrome de evacuación gástrica rápida y trastornos nutricionales por absorción insuficiente.[26]
A partir de evidencia sólida, el aumento de la actividad física se relaciona con una disminución del riesgo de cáncer de endometrio.[27,28]
Magnitud del efecto: El ejercicio regular se asocia con una reducción relativa del riesgo del 38 % al 46 %. Sin embargo, no se ha observado una tendencia hacia la reducción del riesgo al aumentar la duración o la intensidad del ejercicio.
A partir de evidencia sólida, el consumo de cigarrillos se relaciona con una disminución del riesgo de cáncer de endometrio.[29]
Magnitud del efecto: las fumadoras tienen una reducción del riesgo de cáncer de endometrio de alrededor del 20 % en estudios prospectivos (RR, 0,81; IC 95 %, 0,74–0,88) y en estudios de casos y controles (oportunidad relativa, 0,72; IC 95 %, 0,66–0,79).[29]
A partir de evidencia sólida, el consumo de cigarrillos se relaciona con enfermedad cardiovascular, y cánceres de cabeza y cuello, pulmón, vejiga y páncreas. Las fumadoras de cigarrillos tienen una disminución de la esperanza de vida de por lo menos 10 años en comparación con las personas que no fuman.[30]
Hay suficiente evidencia sobre la ausencia de asociación entre el cáncer de endometrio y la alimentación o la ingesta de vitaminas.[31-35]
No hay evidencia suficiente sobre la existencia de una relación entre los productos capilares y el cáncer de endometrio. En un análisis retrospectivo del Sister Study se abordó una posible asociación entre estos productos capilares y los cánceres uterinos, incluso los de endometrio.[36]
El cáncer de endometrio es el cáncer ginecológico invasivo más común en las mujeres de los Estados Unidos; se anticipa que se presentarán 67 880 casos nuevos en 2024.[1] Esta enfermedad afecta de manera primaria a mujeres posmenopáusicas con un promedio de edad de 60 años en el momento del diagnóstico.[2] En los Estados Unidos, se estima que alrededor de 13 250 mujeres morirán por cáncer de endometrio en 2024. En la última década, las tasas de incidencia de cáncer de endometrio aumentaron cerca de un 1 % por año en las mujeres blancas y un 2 a 3 % por año en las mujeres de los demás grupos raciales y étnicos. A partir de mediados de la década de 2000, las tasas de mortalidad por cáncer de endometrio aumentaron un 1,7 % por año.[1] La mayor mortalidad por cáncer de endometrio en las mujeres afroamericanas en comparación con las mujeres blancas se atribuye solo en parte a los problemas socioeconómicos que dificultan el acceso a la atención médica.[3,4]
En los Estados Unidos, la incidencia de cáncer de endometrio es más baja en las mujeres de origen japonés (riesgo relativo [RR], 0,6; intervalo de confianza [IC] 95 %, 0,46–0,83) y en las mujeres de origen latinoamericano (RR, 0,63; IC 95 %, 0,46–0,87) en comparación con las mujeres blancas; pero la incidencia no es más baja en las mujeres afroamericanas (RR, 0,76; IC 95 %, 0,53–1,08) ni en las mujeres nativas de Hawái (RR, 0,92; IC 95 %, 0,58–1,46) en comparación con las mujeres blancas.[5] Cuando se hace la corrección según la prevalencia de histerectomía en las mujeres de los Estados Unidos, la incidencia de todos los subtipos histológicos de cáncer de endometrio ha aumentado cerca del 2 % por año entre 2000 y 2015 en las mujeres negras, de origen asiático o de las islas del Pacífico que no son hispanas y en las mujeres hispanas, pero no ha aumentado en las mujeres blancas que no son hispanas.[6] La incidencia de cáncer de endometrio endometrioide ha aumentado entre un 1 % y un 2 % en todos los subgrupos raciales y étnicos excepto en las mujeres blancas que no son hispanas, en quienes ha permanecido estable durante el mismo periodo. El mayor aumento en la incidencia en todos los subgrupos raciales y étnicos se observó en casos de subtipos histológicos no endometrioides y fue de cerca del 2 % en mujeres que no eran hispanas, del 3 % en mujeres negras que no eran hispanas, y del 4 % en mujeres asiáticas o isleñas del pacífico que no eran hispanas y en las mujeres hispanas. Estos hallazgos contradicen la suposición de que el aumento en la incidencia de cáncer de endometrio es consecuencia de la epidemia de obesidad, en cuyo caso, se hubiese esperado un aumento en la incidencia del subtipo endometrioide en lugar de los subtipos no endometrioides.[6]
El riesgo de cáncer de endometrio se relaciona con factores endógenos y exógenos vinculados con efectos estrogénicos.[7-9] Por lo tanto, los factores de riesgo del cáncer de endometrio incluyen factores reproductivos, como la nuliparidad, la menarquia temprana y la menopausia tardía, además de la obesidad, la ganancia de peso durante la edad adulta, el síndrome de ovario poliquístico, el uso de estrógeno después de la menopausia y el uso de tamoxifeno.
Las mujeres con síndrome de Lynch tienen un riesgo durante toda la vida más alto de cáncer de endometrio de hasta un 60 %.[10] Para obtener más información en inglés sobre el riesgo hereditario, consultar Genetics of Breast and Gynecologic Cancers.
Los factores reproductivos que prolongan la exposición al estrógeno endógeno, como la menarquia prematura, la nuliparidad y la menopausia tardía, se relacionan con un aumento del riesgo de cáncer de endometrio. La menarquia precoz en comparación con la menarquia tardía se relacionó con aumento del 39 % en el riesgo relativo de cáncer de endometrio en las participantes de la European Prospective Investigation into Cancer and Nutrition.[1] En el mismo estudio, la menopausia tardía y la nuliparidad se relacionaron con un aumento del riesgo de 2,2 veces y 1,6 veces, respectivamente. Hay otros factores relacionados con el aumento del riesgo, como la obesidad y el síndrome de ovario poliquístico, que tal vez también obedecen al aumento de la exposición al estrógeno.[2] En un metanálisis, el síndrome de ovario poliquístico se relacionó con un aumento de 3 veces en el riesgo de cáncer de endometrio.[3]
En 1975 se informó sobre una relación entre la terapia de reemplazo de estrógeno durante la posmenopausia y el cáncer de endometrio; [4] esto se confirmó poco después.[5,6] En los tres estudios, el cociente de riesgos general osciló entre 4,5 y 8,0. En estudios posteriores se documentó una relación con el tiempo de uso de la terapia (10 a 30 veces al cabo de 5 años de uso o más),[7-10] estos efectos persistieron más de 10 años después de 1 año de uso.[11] Cuando se publicaron estos hallazgos, hubo una reducción drástica en las recetas de estrógeno, seguida de un rápido descenso en la incidencia de cáncer de endometrio.[12]
Desde hace tiempo se sabe que el estrógeno en la posmenopausia se relaciona con riesgo de hiperplasia endometrial que a menudo es precursora de cáncer de endometrio.[13] Asimismo, se sabe que los progestágenos son eficaces para el tratamiento de las neoplasias malignas de útero.[14-16] Por lo tanto, se observó que el uso de una terapia hormonal combinada de estrógeno y progesterona durante la posmenopausia evita el aumento del riesgo de cáncer de endometrio vinculado con el estrógeno sin oposición y de hecho reduce el riesgo en un 35 %.[17] La tibolona, un esteroide sintético con propiedades estrogénicas, progestagénicas y androgénicas se relacionó con aumento en la tasa de incidencia de cáncer de endometrio de 3,56 (intervalo de confianza [IC] 95 %, 3,08–4,69) en las mujeres que toman este medicamento en comparación con quienes nunca lo han usado. La tibolona se aprobó para el tratamiento de los síntomas menopáusicos y para la prevención de la osteoporosis en muchos países. No obstante, no está autorizado en Canadá ni en los Estados Unidos. Otras terapias combinadas de estrógeno y progestina también podrían aumentar el riesgo de cáncer de mama, por lo tanto se deben sopesar los riesgos y beneficios.[18,19] El estudio Women’s Health Initiative (WHI) fue un ensayo aleatorizado en el que se comparó la terapia combinada de estrógeno y progestina con la ausencia de reemplazo hormonal. El exceso de riesgo absoluto de cáncer de mama atribuible al consumo de estrógeno y progestina fue de 8 casos más de cáncer de mama invasivo por cada 10 000 años-persona.[19]
El tamoxifeno y el raloxifeno son moduladores selectivos del receptor de estrógeno (MSRE), fármacos con efectos agonistas y antagonistas del estrógeno según el órgano donde actúan. La relación entre el cáncer de endometrio y el tamoxifeno se reconoció por primera vez en 1985, cuando se describieron 3 casos de este cáncer en mujeres que recibieron tamoxifeno para el tratamiento del cáncer de mama.[20] Desde entonces, se ha confirmado esta relación por medio de ensayos clínicos aleatorizados de tamoxifeno para el tratamiento y la prevención del cáncer de mama [21-24] y en estudios de casos y controles, observacionales y de laboratorio.
En el National Surgical Adjuvant Breast and Bowel Project, Breast Cancer Prevention Trial P-1 Study de mujeres con riesgo alto de cáncer de mama invasivo, se demostró que el tamoxifeno disminuyó la incidencia de cáncer de mama en un 49 %, pero se confirmó un aumento de la incidencia de cáncer de endometrio. La tasa anual fue de 2,2 por 1000 mujeres que recibieron tamoxifeno versus 0,68 casos por 1000 mujeres que recibieron placebo. El aumento significativo en el riesgo se restringió a las mujeres de 50 años o más al comienzo del estudio. De los 53 casos de cáncer invasivo asociados con el uso de tamoxifeno, 52 estaban en estadio I.[25] También se observó una relación del uso de tamoxifeno con subtipos histológicos de riesgo alto y una oportunidad relativa (OR) de 3,2 para el carcinoma seroso de útero y de 5,4 para el carcinosarcoma de útero; sin embargo, el riesgo absoluto de estos tipos histológicos infrecuentes permaneció bajo.[26]
El raloxifeno es un MSRE de segunda generación aprobado para la profilaxis de la osteoporosis posmenopáusica. A diferencia del tamoxifeno, este no tiene un efecto estrogénico en el útero. En el ensayo aleatorizado Multiple Outcomes of Raloxifene, al cabo de 40 meses de seguimiento se observó que el raloxifeno redujo el riesgo de cáncer de mama positivo para receptores de estrógeno, sin aumentar el riesgo de cáncer de endometrio (riesgo relativo [RR], 0,8; IC 95 %, 0,2–2,7).[27] En un estudio poblacional de casos y controles se incluyeron 547 mujeres con cáncer de endometrio y 1410 controles. Se informó una reducción del riesgo de cáncer de endometrio con el consumo de raloxifeno (OR, 0,50; IC 95 %, 0,29–0,85) y se confirmó un aumento del riesgo relacionado con el consumo de tamoxifeno.[28]
El índice de masa corporal (IMC) elevado, la obesidad y el aumento de peso se relacionan con incremento en el riesgo de cáncer de endometrio. Uno de los posibles mecanismos de la relación observada es una concentración elevada de estrona sérica en mujeres con obesidad como resultado de la aromatización de la androstenediona en el tejido adiposo, lo que aumenta la producción de estrógeno.[29] De manera alternativa, la obesidad se relaciona con una reducción de las concentraciones de la globulina de fijación a las hormonas sexuales (SHBG), lo que quizás proteja contra el cáncer de endometrio al disminuir el estrógeno biodisponible.[30] La obesidad se relaciona con muchos factores conocidos por aumentar el riesgo de cáncer de endometrio, como adiposidad en la parte superior o central del cuerpo, síndrome de ovario poliquístico e inactividad física.[31,32]
El peso corporal es un factor de riesgo modificable responsable de una proporción importante de casos de cáncer de endometrio en todo el mundo. En un estudio realizado en países europeos, se calculó que entre el 26 % y el 47 % de los casos de cáncer de endometrio se pueden atribuir al sobrepeso y la obesidad. El mismo grupo llevó a cabo un metanálisis de 12 estudios (5 de cohortes y 7 de casos y controles), en el que examinó la relación entre la obesidad y el cáncer de endometrio. En 11 de 12 estudios se concluyó que hay una relación directa entre el cáncer de endometrio y el exceso de peso.[33]
Los RR relacionados con la obesidad oscilan entre 2 y 10. En algunos estudios se observa que el peso de la parte superior y central del cuerpo confiere un riesgo más alto que el peso corporal periférico, incluso tras considerar el IMC.[34-36] No obstante, en otros estudios no se ha logrado confirmar dicha relación. En varios estudios se observó que hay un vínculo más marcado entre el cáncer de endometrio y la obesidad cerca del momento del diagnóstico en comparación con la obesidad en épocas anteriores de la vida.[37-40] Se observó un aumento del riesgo en todas las mediciones de adiposidad, como el IMC, la circunferencia de la cintura, el índice cintura-cadera y el aumento de peso.[41]
En un metanálisis de estudios prospectivos, se observó que por cada aumento de 5 kg de peso durante la edad adulta el RR fue de 1,39 (IC 95 %, 1,29–1,49) en las mujeres que no usaban terapia hormonal (TH) y de 1,09 (IC 95 %, 1,02–1,16) en las mujeres usuarias de TH.[42] En otro metanálisis también se observó una fuerte relación entre el IMC y el riesgo de cáncer de endometrio en mujeres que nunca recibieron TH en comparación con las que la usaron alguna vez.[43]
En un metanálisis se examinó la asociación entre el síndrome metabólico y el riesgo de cáncer de endometrio. Se observó aumento del riesgo de cáncer de endometrio por el síndrome metabólico (RR, 1,89; IC 95 %, 1,34–2,67) y por cada componente del síndrome (IMC o circunferencia de la cintura, presión arterial y concentraciones de triglicéridos), excepto por la concentración baja del colesterol de las lipoproteínas de alta densidad.[44] En un metanálisis de estudios sobre la asociación entre diabetes y cáncer, el cáncer de endometrio se relacionó con un cociente de riesgos instantáneos (CRI) de alrededor de 2.[45] No obstante, los datos de WHI indican que la relación entre la diabetes y el cáncer de endometrio se debe en gran parte al riesgo por obesidad.[46]
Las mujeres con afecciones hereditarias, como el síndrome de Lynch, el síndrome de Cowden y el síndrome de ovario poliquístico tienen un aumento en el riesgo de cáncer de endometrio. Para obtener más información en inglés, consultar Genetics of Breast and Gynecologic Cancers y Genetics of Colorectal Cancer. Sin embargo, además de los síndromes hereditarios con genes de penetrancia alta (como BRCA1 y BRCA2), el antecedente de cáncer de endometrio en una familiar de primer grado también se vincula con un aumento del riesgo de cáncer.[47] En un metanálisis que incluyó estudios de casos y controles y estudios de cohortes, se observó un aumento del riesgo de 1,82 (IC 95 %, 1,65–1,98) relacionado con el antecedente de cáncer de endometrio en una familiar de primer grado; el riesgo absoluto acumulado estimado fue de un 3 % (IC 95 %, 2,8–3,4 %).[47] En un estudio multicéntrico holandés de una cohorte de mujeres con variantes patógenas en BRCA1 y BRCA2 se concluyó que el riesgo absoluto de cáncer de endometrio era de alrededor del 3 %.[48]
Es posible que este riesgo familiar sea consecuencia de una predisposición genética hereditaria, así como de otros factores comunes en las familias, como la cultura compartida o los comportamientos aprendidos.
El número de partos y la lactancia se asocian con una reducción del riesgo del cáncer de endometrio, tal vez por la inhibición de la ovulación. En el European Prospective Investigation into Cancer and Nutrition se observó una reducción del riesgo en mujeres según el número de partos en comparación con las mujeres nulíparas (cociente de riesgos instantáneos [CRI], 0,65; intervalo de confianza [IC] 95 %, 0,54–0,77). En el estudio también se observó una tendencia a la reducción del riesgo con aumento en el número de embarazos a término (P < 0,0001).[1] En un análisis conjunto de 11 estudios de cohorte y 19 estudios de casos y controles se evaluaron las asociaciones entre desenlaces de embarazos específicos y el cáncer de endometrio.[2] La reducción del riesgo asociada con el embarazo fue más alta para el primer parto a término (oportunidad relativa [OR], 0,78; IC 95 %, 0,72–0,84). Cada embarazo a término adicional se asoció con una reducción adicional del riesgo de alrededor del 15 % hasta 8 embarazos a término (OR, 0,20; IC 95 %, 0,14–0,28). Los embarazos múltiples no proporcionaron un beneficio adicional al de un parto de un embarazo único Los embarazos incompletos se asociaron con una reducción del riesgo de cáncer de endometrio de un 7 % por episodio y una OR de 0,89 (IC 95 %, 0,84–0,95) para el primer embarazo incompleto. Al evaluar según el tipo de embarazo incompleto, se calculó la reducción del riesgo de los abortos espontáneos (OR, 0,83; IC 95 %, 0,76–0,90) y los abortos provocados (OR, 0,89; IC 95 %, 0,79–1,01).
Se combinaron los datos de 17 estudios del Epidemiology of Endometrial Cancer Consortium. Después de ajustar por edad, número de partos, uso y duración del consumo de anticonceptivos, índice de masa corporal (IMC) y nivel de escolaridad, las mujeres multíparas que notificaron lactancia materna presentaron una reducción del riesgo del 11 % para el cáncer de endometrio (OR agrupada, 0,89; IC 95 %, 0,81–0,98).[3] La reducción del riesgo relacionada con el aumento en la duración total de la lactancia no fue lineal. La mayor reducción en el riesgo se presentó después de una lactancia materna de más de 36 meses (OR agrupada ajustada, 0,67; IC 95 %, 0,53–0,83). Sin embargo, para los episodios individuales de lactancia materna, por cada bebé amamantado durante más de 3 meses se presentó una reducción del riesgo del 5 % (OR agrupado ajustado, IC 95 %, 0,91–0,99).[3]
La administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos aprobó el uso de anticonceptivos orales por primera vez en 1960. Durante muchos años han sido el componente principal de la anticoncepción hormonal. De manera reciente, la anticoncepción hormonal se ha ampliado para incluir los parches transdérmicos o los anillos vaginales combinados, las inyecciones y los anticonceptivos reversibles de acción prolongada con progesterona como los implantes de una barra y los dispositivos intrauterinos (DIU).[4]
El uso de anticonceptivos orales confiere una reducción del riesgo de cáncer de endometrio a largo plazo. En un estudio poblacional grande del Reino Unido se recabó de manera prospectiva información sobre el uso de anticonceptivos orales en 46 022 mujeres que se siguieron durante 44 años. En este estudio, después de ajustar por edad, número de partos, consumo de cigarrillos y clase social, las usuarias de píldoras anticonceptivas orales combinadas de estrógeno y progesterona tuvieron un incremento del cociente de tasas de incidencia de 0,66 (IC 95 %, 0,48–0,89) en comparación con las mujeres que nunca usaron este tipo de anticonceptivos orales.[5] El beneficio de usar la píldora anticonceptiva oral se relaciona con la duración del uso: se notificó un mayor beneficio en las mujeres obesas, fumadoras activas, aquellas que se ejercitaban muy poco y que usaron anticonceptivos orales durante 10 años o más.[6] En un metanálisis se combinaron datos de 36 estudios epidemiológicos con 27 276 mujeres. En el estudio se observó una reducción del riesgo de 0,76 (IC 95 %, 0,73–0,78) por cada periodo de 5 años de uso de anticonceptivos orales. El riesgo más bajo persistió durante más de 30 años después de suspender los anticonceptivos orales.[5,7] En las mujeres de países muy desarrollados, el uso de anticonceptivos orales durante 10 años se vinculó con una reducción absoluta del riesgo de cáncer de endometrio antes de los 75 años de edad de 2,3 a 1,3 casos por cada 100 mujeres.[7]
Hay datos que indican que el uso de sistemas intrauterinos liberadores de levonorgestrel (DIU-LNG) producen una disminución estadísticamente significativa en el riesgo de cáncer de endometrio. El uso de DIU-LNG es un tratamiento eficaz para la hiperplasia endometrial, que en algunos casos es un precursor del cáncer de endometrio y del cáncer de endometrio de riesgo bajo en estadio temprano.[8-10] En un estudio prospectivo poblacional en Noruega se evaluó una cohorte de 104 380 mujeres, que incluyó a 9146 mujeres que notificaron nunca haber usado DIU-LNG. La tasa de incidencia de cáncer de endometrio por 100 000 años-persona fue de 13,9 en las mujeres que usaron DIU-LNG (IC 95 %, 7,8–23,0) en comparación con 70,0 (IC 95 %, 65,4–74,9) en las mujeres que nunca usaron DIU-LNG. Después de ajustar por edad y estado menopáusico al inicio del seguimiento, IMC, nivel de actividad física, uso de píldoras anticonceptivos orales y número de partos, el RR de cáncer de endometrio fue de 0,22 (IC 95 %, 0,13–0,40) para las mujeres que usaron DIU-LNG.[11] En un estudio de cohorte observacional nacional en Finlandia, se identificaron a las mujeres que usaron DIU-LNG para el tratamiento de menorragia entre 1994 y 2007 usando los registros administrativos vinculados con el Finnish Cancer Registry.[12] En este estudio, 93 843 usuarias de DIU-LNG se siguieron durante 855 324 años-mujeres. La razón de incidencia estandarizada para cáncer de endometrio después de por lo menos la compra de un DIU-LNG fue de 0,46 (IC 95 %, 0,33–0,64; 37 casos observados en comparación con 80 casos previstos). Aunque no hubo diferencia estadísticamente significativa, la razón de incidencia estandarizada disminuyó más en las mujeres que compraron 2 DIU-LNG (0,25; IC 95 %, 0,05–0,73; 3 casos observados en comparación con 12 casos previstos). Estos datos representan un intento por demostrar un efecto relacionado con la dosis, porque DIU-LNG se considera eficaz durante 5 años.
Si bien se sabe que la obesidad se relaciona con un aumento del riesgo de cáncer de endometrio, solo en un estudio se examinó el posible beneficio de la pérdida de peso intencional. En el Iowa Women’s Health Study (IWHS) de 21 707 mujeres en la posmenopausia,[13] las participantes completaron un cuestionario autonotificado sobre pérdida de peso intencional entre los 18 y 39 años, entre los 40 y 54 años, y después de los 55 años. En modelos multivariantes ajustados por edad, IMC e IMC2 , no se encontró relación entre la incidencia de cáncer de endometrio y la pérdida de peso intencional de por lo menos 20 libras (RR, 0,93; IC 95 %, 0,60–1,44). Sin embargo, en un estudio se incluyó a 36 793 mujeres de la cohorte de la Women's Health Initiative (WHI) [14] que se pesaron al principio del estudio y a los 3 años de seguimiento y se combinó esta información con la autonotificación de pérdida de peso intencionada. En el análisis se observó una asociación entre la pérdida de peso intencional de 10 libras o más y una menor incidencia de cáncer de endometrio (RR multivariante ajustado, 0,61; IC 95 %, 0,40–0,92).
Ambos análisis comparten limitaciones importantes. La ausencia de datos de las covariables resultó en la exclusión de casi un 25 % de las participantes de cada estudio; solo porcentajes pequeños de las participantes restantes (17 % del WHS y 8 % del WHI) se clasificaron en la categoría de pérdida de peso intencional. Ello produjo un número muy bajo de casos de cáncer de endometrio para llevar a cabo los análisis. En ambos estudios se utilizó la autonotificación para caracterizar la intencionalidad de la pérdida de peso, lo que puede conducir a una clasificación errónea potencial, aunque la naturaleza retrospectiva del cuestionario de la IWHS hace que el problema sea más grave en ese análisis. Ambos análisis se ajustaron según la actividad física autonotificada y la situación del consumo de cigarrillos, entre otras covariables. Con un número tan pequeño de casos y debido al potencial de confusión residual, los resultados contradictorios de estos dos análisis indican que no hay suficiente evidencia como para concluir que la pérdida de peso protege contra el cáncer de endometrio.
La cirugía bariátrica se relaciona con una pérdida de peso más sostenida en comparación con las intervenciones no quirúrgicas para la pérdida de peso.[15] Hay evidencia nueva que indica una relación entre la cirugía bariátrica y una reducción del riesgo de cáncer de endometrio.[16-18] En un estudio prospectivo de cohorte de Suecia, se hizo seguimiento durante una mediana de 18,1 años a 1420 mujeres con obesidad que se sometieron a cirugía bariátrica y 1447 controles emparejadas que se sometieron a tratamiento convencional para la obesidad.[16] La media de pérdida de peso después de la cirugía bariátrica fue de 21 kg durante 10 años, en comparación con casi ningún cambio en el peso en la cohorte de atención habitual. En este estudio, la cirugía bariátrica se relacionó con una reducción del riesgo de cáncer de endometrio (CRI, 0,56; IC 95 %, 0,35–0,89). Cabe destacar, que este resultado no fue un criterio de valoración predeterminado ni con potencia suficiente para evaluar la incidencia de cáncer. En un estudio retrospectivo de cohorte del sistema de atención médica de Kaiser Permanente se evaluaron 22 198 personas sometidas a cirugía bariátrica y 66 427 personas que no se sometieron a cirugía emparejadas según el sexo, la edad, el sitio de estudio, el IMC y el índice de comorbilidad de Elixhauser.[17] Más del 80 % de la cohorte era de sexo femenino. Después de una media de seguimiento de 3,5 años, hubo una reducción del 50 % en la incidencia de cáncer de endometrio (CRI, 0,50; IC 95 %, 0,37–0,67) en la cohorte sometida a cirugía bariátrica. En una revisión sistemática que incluyó 5 estudios observacionales con grupo de control, se notificó reducción en la probabilidad de presentar cáncer de endometrio después de la cirugía bariátrica (OR, 0,32; IC 95 %, 0,16–0,63).[18] En un gran estudio retrospectivo de cohorte realizado en Inglaterra, en el que se siguieron pacientes durante una mediana de 3 años en el grupo de cirugía y 2,5 años en el grupo que no se sometió a cirugía, no se encontraron diferencias en la relación de la cirugía bariátrica con una reducción del riesgo de cáncer de endometrio en comparación con el grupo de control de mujeres obesas.[19] La relación de la cirugía bariátrica y la disminución en la incidencia de cáncer de endometrio quizás se explique por los efectos secundarios de la pérdida de peso. En un estudio, las mujeres sometidas a cirugía bariátrica tuvieron una reducción de un 35 % en la concentración sanguínea de estradiol 1 año después de la cirugía.[20] La cirugía bariátrica también se relacionó con retorno del ciclo menstrual regular en una proporción alta de mujeres que tenían irregularidades en el ciclo menstrual.[21] El estudio Surgical Procedures and Long-term Effectiveness in Neoplastic Disease Incidence and Death (SPLENDID) fue un estudio retrospectivo, observacional, de cohortes emparejadas de pacientes con obesidad que se sometieron a cirugía bariátrica contemporánea (es decir, bypass gástrico en Y de Roux o gastrectomía en manga) o recibieron atención habitual (sin cirugía bariátrica).[22] La mediana de seguimiento fue de 6,1 años. El criterio principal de valoración fue la primera aparición de 1 de los 13 cánceres predefinidos relacionados con la obesidad. Los criterios secundarios de valoración incluyeron la incidencia de todos los tipos de cáncer y la mortalidad relacionada con el cáncer.[22] En los modelos de Cox ajustados en los que se evaluó la incidencia de tipos de cáncer individuales, solo el cáncer de endometrio siguió siendo significativo (CRI ajustado, 0,47; IC 95 %, 0,27–0,83). Este estudio tenía limitaciones, como el sesgo de selección y las diferentes tasas de conductas respecto a los exámenes de selección del cáncer entre los grupos del estudio, derivadas de la naturaleza observacional de este. Además, hubo un bajo número de cánceres incidentes y un tiempo de seguimiento limitado.
En un metanálisis se combinaron datos de estudios prospectivos de actividad recreativa (9 estudios) y actividad ocupacional (5 estudios) para determinar si la actividad física se relaciona con el cáncer de endometrio.[23] La categoría más alta de actividad recreativa se vinculó con un RR de cáncer de endometrio de 0,73 (IC 95 %, 0,58–0,93), en comparación con la categoría más baja. El RR de cáncer de endometrio para la categoría más alta de actividad física ocupacional, según la clasificación laboral, fue de 0,75 (IC 95 %, 0,68–0,83), en comparación con la categoría más baja. Al extender la investigación usando el equivalente metabólico (MET) y combinando datos de estudios de casos y controles y de estudios de cohortes, se reveló una disminución del riesgo de cáncer de endometrio con actividades en el intervalo de hasta 50 horas de MET por semana (hasta 15 horas/semanas).[24]
Las mujeres que en algún periodo de su vida fumaron al menos 20 cigarrillos por día tienen una disminución del riesgo de cáncer de endometrio; la mayor reducción del riesgo se observa en las mujeres posmenopáusicas y en las fumadoras actuales. Este efecto se indicó en estudios de cohortes observacionales, de cohortes prospectivos y de casos y controles, y se resumió en un metanálisis.[25,26] Sin embargo, esta disminución en el riesgo no compensa los perjuicios bien documentados del consumo de cigarrillos. Los perjuicios son más evidentes en cuanto al aumento del riesgo de enfermedades cardiovasculares y otros tipos de cáncer, hasta el punto que las personas que fuman presentan una disminución de por lo menos 10 años en la esperanza de vida en comparación con las personas que no fuman.[27]
En cambio, en el análisis de la aleatorización mendeliana no se observó una relación causal entre el consumo de tabaco y la disminución del riesgo de cáncer de endometrio en las cohortes de pacientes del Biobank and European Prospective Investigation into Cancer and Nutrition (EPIC) del Reino Unido, lo que pone en duda la solidez de la asociación que se indicó en los análisis observacionales del estudio.[26]
En los estudios sobre la relación entre el cáncer de endometrio y la alimentación, los fitoestrógenos y la vitamina D no se ha encontrado una asociación.[1-6] El uso de multivitamínicos tiene poca o ninguna influencia en el riesgo de cánceres comunes, como el cáncer de endometrio, o en la mortalidad total de las mujeres posmenopáusicas.[7]
En un análisis retrospectivo del Sister Study se evaluó una posible asociación entre estos productos para el pelo y los diferentes tipos de cáncer de útero, incluso el cáncer de endometrio. Una limitación de este estudio fue la falta de un adecuado análisis ajustado para múltiples comparaciones, por lo que es difícil interpretar la relevancia de los resultados.[8]
Los resúmenes del PDQ con información sobre el cáncer se revisan con regularidad y se actualizan a medida que se obtiene nueva información. Esta sección describe los cambios más recientes introducidos en este resumen a partir de la fecha arriba indicada.
Se actualizaron las estadísticas con el número estimado de casos nuevos y defunciones para 2024 (se citó a la American Cancer Society como referencia 1). También se revisó el texto para indicar que, en la última década, las tasas de incidencia de cáncer de endometrio aumentaron cerca de un 1 % por año en las mujeres blancas y un 2 a 3 % por año en las mujeres de los demás grupos raciales y étnicos. A partir de mediados de la década de 2000, las tasas de mortalidad por cáncer de endometrio aumentaron un 1,7 % por año.
El Consejo editorial del PDQ sobre los exámenes de detección y la prevención es responsable de la redacción y actualización de este resumen y mantiene independencia editorial respecto del NCI. El resumen refleja una revisión independiente de la bibliografía médica y no representa las políticas del NCI ni de los NIH. Para obtener más información sobre las políticas relativas a los resúmenes y la función de los consejos editoriales del PDQ responsables de su actualización, consultar Información sobre este resumen del PDQ e Información del PDQ® sobre el cáncer dirigida a profesionales de la salud.
Este resumen de información del PDQ sobre el cáncer dirigido a profesionales de la salud proporciona información integral revisada por expertos y basada en la evidencia sobre la prevención del cáncer de endometrio. El objetivo es servir como fuente de información y ayuda para los profesionales clínicos durante la atención de pacientes. No ofrece pautas ni recomendaciones formales para tomar decisiones relacionadas con la atención sanitaria.
El consejo editorial del PDQ sobre los exámenes de detección y la prevención, que mantiene independencia editorial respecto del Instituto Nacional del Cáncer (NCI), revisa este resumen de manera periódica y, en caso necesario, lo actualiza. Este resumen es el resultado de una revisión bibliográfica independiente y no constituye una declaración de política del NCI ni de los Institutos Nacionales de la Salud (NIH).
Cada mes, los integrantes de este consejo revisan los artículos publicados recientemente para determinar lo siguiente:
Los cambios en los resúmenes se deciden mediante consenso de los integrantes del consejo después de evaluar la solidez de la evidencia de los artículos publicados y determinar la forma de incorporar el artículo en el resumen.
Cualquier comentario o pregunta sobre el contenido de este resumen se debe enviar al Servicio de Información de Cáncer del Instituto Nacional del Cáncer. Por favor, no enviar preguntas o comentarios directamente a los integrantes del consejo, ya que no responderán consultas de manera individual.
Algunas de las referencias bibliográficas de este resumen se acompañan del nivel de evidencia. El propósito de esto es ayudar al lector a evaluar la solidez de la evidencia que respalda el uso de ciertas intervenciones o abordajes. El consejo editorial del PDQ sobre los exámenes de detección y la prevención emplea un sistema de jerarquización formal para asignar los niveles de evidencia científica.
PDQ (Physician Data Query) es una marca registrada. Se autoriza el uso del texto de los documentos del PDQ; sin embargo, no se podrá identificar como un resumen de información sobre cáncer del PDQ del NCI, salvo que el resumen se reproduzca en su totalidad y se actualice de manera periódica. Por otra parte, se permitirá que un autor escriba una oración como “En el resumen del PDQ del NCI de información sobre la prevención del cáncer de mama se describen, de manera concisa, los siguientes riesgos: [incluir fragmento del resumen]”.
Se sugiere citar la referencia bibliográfica de este resumen del PDQ de la siguiente forma:
PDQ® sobre los exámenes de detección y la prevención. PDQ Prevención del cáncer de endometrio. Bethesda, MD: National Cancer Institute. Actualización: <MM/DD/YYYY>. Disponible en: https://www.cancer.gov/espanol/tipos/uterino/pro/prevencion-endometrio-pdq. Fecha de acceso: <MM/DD/YYYY>.
Las imágenes en este resumen se reproducen con autorización del autor, el artista o la editorial para uso exclusivo en los resúmenes del PDQ. La utilización de las imágenes fuera del PDQ requiere la autorización del propietario, que el Instituto Nacional del Cáncer no puede otorgar. Para obtener más información sobre el uso de las ilustraciones de este resumen o de otras imágenes relacionadas con el cáncer, consultar Visuals Online, una colección de más de 2000 imágenes científicas.
La información en estos resúmenes no se debe utilizar para justificar decisiones sobre reembolsos de seguros. Para obtener más información sobre la cobertura de seguros, consultar la página Manejo de la atención del cáncer en Cancer.gov/espanol.
Para obtener más información sobre las opciones para comunicarse con el NCI, incluso la dirección de correo electrónico, el número telefónico o el chat, consultar la página del Servicio de Información de Cáncer del Instituto Nacional del Cáncer.