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La actividad física y el cáncer

¿Qué es la actividad física?

La actividad física es cualquier movimiento que hace una persona usando los músculos del esqueleto y que requiere más energía que estar en reposo. Por ejemplo, caminar, correr, bailar, montar bicicleta, nadar, realizar tareas domésticas, hacer ejercicio o practicar un deporte. 

La intensidad de la actividad física se mide en equivalentes metabólicos (MET). Un MET es la cantidad de energía que gasta una persona cuando está sentada en reposo. En las actividades de intensidad leve se gastan menos de 3 MET; en las de intensidad moderada, de 3 a 6 MET; y en las de intensidad fuerte, 6 o más MET (1). 

El comportamiento sedentario es cualquier comportamiento de una persona despierta en el que gasta 1,5 MET o menos mientras está sentada, reclinada o acostada (1). Algunos ejemplos de comportamientos sedentarios son: la mayoría del trabajo de oficina, conducir un vehículo y mirar televisión sentado.

Aunque una persona haga actividad física, es posible que gran parte del tiempo sea sedentaria.

¿Qué se sabe sobre la relación entre la actividad física y el riesgo de cáncer?

Los datos que relacionan una mayor actividad física con un riesgo menor de cáncer provienen sobre todo de estudios de observación en los que personas informan sobre su actividad física y se les da seguimiento durante años para determinar diagnósticos de cáncer. Aunque con los estudios de observación no se comprueba una relación causal, cuando hay resultados parecidos en estudios con distintas poblaciones y se determina un posible mecanismo para una relación causal, esto proporciona pruebas de una conexión causal. 

Hay pruebas sólidas de que un nivel más alto de actividad física se relaciona con un riesgo menor de varios tipos de cáncer (24). 

  • Cáncer de vejiga: En un metanálisis de 11 estudios de cohortes y 4 estudios de casos y controles en 2014, el riesgo de cáncer de vejiga fue 15 % menor para las personas con el nivel más alto de actividad física recreativa u ocupacional en comparación con las que tenían el nivel más bajo (5). En un análisis conjunto de más de 1 millón de personas se determinó que la actividad física en el tiempo libre estaba relacionada con una disminución del 13 % en el riesgo del cáncer de vejiga (6).
  • Cáncer de seno (mama): En muchos estudios se ha demostrado que las mujeres que realizan actividad física tienen un riesgo menor de cáncer de seno (mama) que las mujeres inactivas. En un metanálisis de 38 estudios de cohortes en 2016, las mujeres con mayor actividad física tenían un riesgo de cáncer de seno del 12 % al 21 % menor que las mujeres con el nivel más bajo de actividad física (7). La actividad física se relacionó con disminuciones parecidas en el riesgo de cáncer de seno tanto en las mujeres premenopáusicas como posmenopáusicas (7, 8). Es probable que las mujeres que aumentan su actividad física después de la menopausia también tengan un riesgo menor de cáncer de seno que las mujeres que no lo hacen (9, 10).
  • Cáncer de colon: En un metanálisis de 126 estudios en 2016, las personas que participaron en el nivel más alto de actividad física tenían un riesgo 19 % menor de cáncer de colon que las personas con el nivel más bajo de actividad física (11). 
  • Cáncer de endometrio: En varios metanálisis y estudios de cohortes se examinó la relación entre la actividad física y el riesgo de cáncer de endometrio (cáncer del revestimiento del útero) (1215). En un metanálisis de 33 estudios, las mujeres que hacían mucha actividad física tenían un riesgo 20 % menor de cáncer de endometrio que las mujeres que hacían poca actividad física (12). Hay algunos indicios de que la relación es indirecta porque la actividad física tendría que disminuir la obesidad para que se observen los beneficios. La obesidad es un factor de riesgo fuerte para el cáncer de endometrio (1214).
  • Cáncer de esófago: En un metanálisis de 9 estudios de cohortes y 15 estudios de casos y controles en 2014, se determinó que las personas con la mayor actividad física tenían un riesgo 21 % menor de adenocarcinoma esofágico que quienes hacían la menor cantidad de actividad física (16). 
  • Cáncer de riñón (cáncer de células renales): En un metanálisis de 11 estudios de cohortes y 8 estudios de casos y controles en 2013, se determinó que las personas con la mayor actividad física tenían un riesgo 12 % menor de cáncer de riñón que quienes hacían la menor cantidad de actividad física (17). En un análisis conjunto de más de 1 millón de personas se determinó que la actividad física en el tiempo libre estaba relacionada con una disminución del 23 % en el riesgo del cáncer de riñón (6).
  • Cáncer de estómago (gástrico): En un metanálisis de 10 estudios de cohortes y 12 estudios de casos y controles en 2016, se indicó que las personas con la mayor actividad física tenían un riesgo 19 % menor de cáncer de estómago que quienes hacían la menor cantidad de actividad física (18).

Hay algunos indicios de que la actividad física está relacionada con una disminución del riesgo de cáncer de pulmón (2, 4). Sin embargo, es posible que las diferencias en el tabaquismo, en vez de en la actividad física, sean la causa de la relación entre la actividad física y la disminución del riesgo de cáncer de pulmón. En un metanálisis de 25 estudios de observación en 2016, la actividad física se relacionó con una disminución del riesgo de cáncer de pulmón en fumadores y exfumadores, pero no se relacionó con el riesgo de cáncer de pulmón en quienes nunca fueron fumadores (19). 

Hay indicios más limitados de una relación de este tipo con otros cánceres, como algunos cánceres de la sangre, al igual que con el cáncer de páncreas, cáncer de próstata, cáncer de ovario, cáncer de tiroides, cáncer de hígado y cáncer de recto (2, 6). 

¿Cómo podría estar relacionada la actividad física con la disminución en el riesgo de cáncer?

El ejercicio tiene muchos efectos biológicos en el cuerpo. Se cree que algunos de estos efectos se relacionan con cánceres específicos. Por ejemplo:

¿Qué se sabe sobre la relación entre ser sedentario y el riesgo de cáncer?

Aunque hay menos estudios sobre el comportamiento sedentario y el riesgo de cáncer que sobre la actividad física y el riesgo de cáncer, el comportamiento sedentario —sentarse, reclinarse o acostarse por mucho tiempo (que no sea para dormir)— es un factor de riesgo para muchas enfermedades crónicas y la muerte prematura (4, 23, 24). También es posible que se relacione con un mayor riesgo de cánceres específicos (23, 25). 

¿Cuánta actividad física se recomienda?

Para obtener beneficios de salud considerables y disminuir el riesgo de enfermedades crónicas (incluso el cáncer), en la segunda edición de las Pautas Federales de Actividad Física para Estadounidenses del Departamento de Salud y Servicios Humanos de los Estados Unidos publicadas en 2018 (1) se recomienda que los adultos hagan lo siguiente:

  • Actividad aeróbica de intensidad moderada por 150 a 300 minutos, actividad aeróbica de intensidad fuerte por 75 a 100 minutos, o una combinación de intensidad equivalente por semana. Esta actividad física se puede realizar en períodos de cualquier duración.
  • Actividades de fortalecimiento muscular al menos 2 días por semana
  • Entrenamiento de equilibrio, además de las actividades aeróbicas y de fortalecimiento muscular

¿Se benefician de la actividad física los sobrevivientes del cáncer?

Sí. En un informe de 2018 de la Mesa Redonda Multidisciplinaria Internacional del Colegio Estadounidense de Medicina Deportiva sobre la actividad física y la prevención y el control del cáncer (26), se llegó a la conclusión de que el entrenamiento y las pruebas de esfuerzo mediante ejercicios en general son seguros para los sobrevivientes del cáncer y que todos los sobrevivientes deben mantener algún nivel de actividad física. 

En la mesa redonda también se determinó lo siguiente: 

  • Hay datos sólidos de que el entrenamiento aeróbico de intensidad moderada o el ejercicio de resistencia durante el tratamiento del cáncer y después de este disminuye la ansiedad, la depresión y el cansancio, y mejora la calidad de vida relacionada con la salud y el funcionamiento físico. 
  • Hay datos sólidos de que el entrenamiento de ejercicio es seguro para personas que tienen o podrían tener linfedema relacionado con el cáncer de seno.
  • Hay algunos indicios de que el ejercicio es beneficioso para la salud de los huesos y la calidad del sueño. 
  • No hay suficientes datos que señalen que la actividad física previene la cardiotoxicidad o la neuropatía periférica inducida por la quimioterapia o que mejore el funcionamiento cognitivo, la prevención de caídas, las náuseas, el dolor, el funcionamiento sexual o la tolerancia al tratamiento.

Además, en los hallazgos de las investigaciones se sugiere que la actividad física tal vez tenga efectos beneficiosos en la supervivencia de pacientes de cáncer de seno, cáncer colorrectal o cáncer de próstata (26, 27). 

  • Cáncer de seno (mama): En una revisión sistemática y metanálisis de estudios de observación en 2019, se determinó que las sobrevivientes de cáncer de seno que realizaban la mayor actividad física tenían un riesgo 42 % menor de muerte por cualquier causa y un riesgo 40 % menor de muerte por cáncer de seno que quienes realizaban la menor actividad física (28). 
  • Cáncer colorrectal: Los datos de múltiples estudios epidemiológicos indican que la actividad física después de un diagnóstico de cáncer colorrectal se relaciona con un riesgo 30 % menor de muerte por cáncer colorrectal y con un riesgo 38 % menor de muerte por cualquier causa (4). 
  • Cáncer de próstata: Los datos escasos de unos pocos estudios epidemiológicos indican que la actividad física después de un diagnóstico de cáncer de próstata se relaciona con un riesgo 33 % menor de muerte por cáncer de próstata y con un riesgo 45 % menor de muerte por cualquier causa (4). 

Hay datos muy escasos de los efectos beneficiosos de la actividad física en la supervivencia de otros cánceres, como el linfoma no Hodgkin, el cáncer de estómago y el glioma maligno (4). 

¿Qué otras investigaciones se están realizando sobre la relación entre la actividad física y el cáncer?

Hay hallazgos de estudio de observación que ofrecen muchos indicios de una relación entre los niveles más altos de actividad física y un riesgo menor de cáncer. Sin embargo, en estos estudios no se descarta por completo la posibilidad de que las personas activas tengan un riesgo menor de cáncer porque participan en otros comportamientos de un estilo de vida saludable. Por este motivo, en los estudios clínicos donde se asignan a participantes al azar a intervenciones de ejercicio, se obtienen datos más sólidos porque eliminan el sesgo que causan las enfermedades preexistentes y la inactividad física asociada. 

Para confirmar los datos obtenidos mediante observación y definir la posible magnitud del efecto, se examinan la actividad física o las intervenciones de ejercicio en pacientes y sobrevivientes de cáncer en varios estudios clínicos grandes. Estos estudios incluyen el Estudio sobre Adelgazamiento en el Cáncer de Seno (BWEL) en pacientes con un diagnóstico nuevo de cáncer de seno, el estudio CHALLENGE en pacientes con cáncer de colon que completaron hace poco la quimioterapia (29), y el estudio INTERVAL-GAP4 en hombres con cáncer de próstata metastásico y resistente a la castración (30). 

Quedan muchas otras preguntas por responder en varias áreas generales de investigación sobre la actividad física y el cáncer:

  • ¿Cuáles son los mecanismos por los que la actividad física disminuye el riesgo de cáncer? 
  • ¿Cuál es el momento óptimo en la vida, la intensidad, la duración o la frecuencia de la actividad física para disminuir el riesgo de cáncer general y en lugares específicos?
  • ¿Hay una relación entre el comportamiento sedentario y un aumento en el riesgo de cáncer?
  • ¿Es distinta la relación entre la actividad física y el cáncer según la edad, la raza o el grupo étnico?
  • ¿Disminuye la actividad física el riesgo de cáncer en personas que heredan una variante genética que aumenta el riesgo de cáncer?

Bibliografía selecta

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