Nota: En esta sección, se resume la evidencia científica publicada sobre la detección de este tipo de cáncer. En el resto del resumen, se describe la evidencia con más detalle.
También están disponibles otros resúmenes del PDQ relacionados: Tratamiento del cáncer primario de hígado y Tratamiento del cáncer de hígado infantil.
A partir de evidencia sólida, el uso de exámenes de detección en las personas con riesgo elevado no disminuye la mortalidad por cáncer hepatocelular.
Magnitud del efecto: no hubo disminución de la mortalidad.
A partir de evidencia sólida, los exámenes de detección producirían efectos secundarios poco frecuentes, pero graves, relacionados con la citología por aspiración con aguja, como diseminación en el trayecto de la aguja, en particular, de lesiones de más de 2 cm de diámetro, además de hemorragia, peritonitis biliar y neumotórax. La biopsia hepática transyugular se relaciona, en raras ocasiones, con complicaciones graves, como perforación de la cápsula hepática o colangitis.
Magnitud del efecto: evidencia razonable de perjuicios poco frecuentes, pero graves.
En 2020, el cáncer de hígado fue el sexto cáncer más frecuente y la tercera causa principal de muerte por cáncer en el mundo.[1] En los Estados Unidos, el número estimado de casos nuevos que se diagnosticarán en 2024 es de 41 630 y el número estimado de defunciones por esta enfermedad es de 29 840.[2] Hay una clara preponderancia masculina en todos los grupos étnicos de los Estados Unidos.[3]
En todo el mundo, las hepatitis B y C crónicas se reconocen como los factores principales que aumentan el riesgo de carcinoma hepatolecular (CHC); el riesgo aumenta cuando hay coinfección por el virus de la hepatitis B y el virus de la hepatitis C.[4-6] La incidencia de CHC en las personas con hepatitis crónica alcanza el 0,46 % al año. En los Estados Unidos, la hepatitis B y C crónicas explican cerca del 30 % al 40 % de los casos de CHC. La infección crónica por hepatitis G no se relaciona con el CHC en los portadores que expresan el antígeno de superficie de la hepatitis B ni en las personas que no son portadoras del virus.[7]
La cirrosis también es un factor de riesgo de CHC, cualquiera sea su origen. El riesgo anual de CHC en las personas con cirrosis oscila entre el 1 % y el 6 %.[5] Otros factores de riesgo son la cirrosis alcohólica, la hemocromatosis, la deficiencia de α-1-antitripsina, las glucogenosis, la porfiria cutánea tardía, la tirosinemia y la enfermedad de Wilson,[8] además de la cirrosis biliar, aunque esta última es infrecuente.[9] En un estudio de casos y controles retrospectivo, se encontró que las características indicativas de esteatohepatitis no alcohólica, como la obesidad, la diabetes de tipo 2, la dislipidemia y la resistencia a la insulina, se observaban con más frecuencia en pacientes con CHC relacionado con cirrosis criptogénica que en aquellos con CHC viral o alcohólica.[10,11] Las aflatoxinas, que son micotoxinas formadas por ciertas especies de Aspergillus, son un contaminante frecuente de los granos y los frutos secos que no se almacenan correctamente. En algunas partes de África, es posible que la incidencia alta de CHC en los humanos se vincule con la ingesta de alimentos contaminados con aflatoxinas. Sin embargo, esta relación se confunde por la coexistencia frecuente de la infección por hepatitis B en esos grupos de población. Las causas probables del CHC se resumen en el siguiente cuadro.[12]
Virus y sustancias causales | Área geográfica dominante |
Virus de la hepatitis B | Asia y África |
Virus de la hepatitis C | Europa, Estados Unidos y Japón |
Alcohol | Europa y Estados Unidos |
Aflatoxinas | Asia Oriental y África |
La justificación para usar los exámenes de detección del carcinoma hepatocelular (CHC) se basa en la idea de que es posible identificar las poblaciones de riesgo alto de CHC, como las que tienen cirrosis. Sin embargo, del 20 % al 50 % de los pacientes que presentan CHC tienen cirrosis que no se diagnosticó previamente.[1,2] Estos pacientes no participarían en un programa de vigilancia que use la cirrosis para definir la población objetivo.[3] Las posibles modalidades disponibles para los exámenes de detección son la alfafetoproteína (AFP) sérica y la ecografía. Los resultados anormales de los exámenes de detección quizás lleven a realizar una biopsia hepática para establecer el diagnóstico. Se notifican complicaciones por una biopsia hepática entre el 0,06 % y el 0,32 % de los pacientes y se suelen presentar a las pocas horas de la biopsia.
Actualmente hay cuatro categorías de marcadores tumorales que se usan o estudian para la detección del carcinoma hepatocelular. Estas incluyen antígenos oncofetales y antígenos glucoproteínicos, enzimas e isoenzimas, genes y citocinas.[4]
La AFP sérica, un antígeno glucoproteínico propio del feto, es el marcador tumoral más ampliamente usado para la detección en pacientes con CHC. La sensibilidad notificada de la AFP para la detección del CHC varía, en gran medida, en poblaciones con resultados positivos y negativos para el virus de la hepatitis B (VHB), lo que se puede atribuir a una superposición de los diseños de estudios de detección y de diagnóstico.[3] Cuando la AFP se usa para la detección de poblaciones de riesgo alto, se notifica una sensibilidad del 39 % al 97 %, una especificidad del 76 % al 95 % y un valor pronóstico de un resultado positivo (VPP) del 9 % al 32 %.[5-9] La AFP no es característica del CHC. Los valores también aumentan en la hepatitis aguda o crónica,[10] en el embarazo y cuando hay tumores de células germinativas.
En un estudio poblacional, prospectivo y de observación, que duró 16 años sobre la detección del CHC, participaron 1487 personas nativas de Alaska con infección crónica por el VHB. En el estudio, se comparó la supervivencia de los pacientes a quienes se les detectó CHC mediante exámenes de detección, con la supervivencia de un grupo de comparación histórico de pacientes con diagnóstico clínico de CHC.[8] El objetivo del programa de detección fue la medición de la AFP cada 6 meses. Alcanzó el 97 % de sensibilidad y el 95 % de especificidad (sin incluir a mujeres embarazadas) para el CHC. No se han encontrado sensibilidades ni especificidades tan elevadas en otros grupos de riesgo alto, como en las personas con cirrosis.[11,12] No está claro si, de hecho, los exámenes de detección mejoraron la supervivencia.
En un estudio de casos y controles dirigido por el sistema de atención médica del Departamento de Asuntos de los Veteranos de los Estados Unidos (VA) se evaluó si el uso de exámenes de detección con AFP o una ecografía disminuye la mortalidad por CHC. Los casos fueron 238 pacientes con cirrosis que murieron por CHC de 2013 a 2015 y que recibieron atención en el VA por un diagnóstico de cirrosis durante 4 años o más antes del diagnóstico del cáncer. Los controles fueron personas que no murieron por CHC que también recibieron atención en el VA durante 4 años o más, que fueron emparejadas según la fecha de ingreso (hora focal), la edad, el sexo, la raza, el puntaje de Model for End-Stage Liver Disease (MELD) y la causa de la cirrosis (principalmente, infección por el virus de la hepatitis C). Los investigadores, que no conocieron el desenlace de los pacientes, recopilaron datos de las historias clínicas para evaluar el uso de la detección por ecografía o AFP. También se analizó, manteniendo oculto el desenlace, el motivo para solicitar el examen (detección vs. otra indicación). En el estudio no se encontraron diferencias entre los casos y los controles con respecto a la proporción de pacientes que se sometieron a un examen de detección por ecografía (52,9 vs. 54,2 %), un examen de detección por AFP (74,8 vs. 73,5 %) o ambos. La falta de diferencia se mantuvo durante las pruebas a 1, 2 o 3 años del desenlace.[13] Debido a la carencia de ensayos controlados aleatorizados y la falta de solidez descrita en esta sección, este estudio de casos y controles (llevado a cabo con especial cuidado para evitar sesgos), quizás contenga la evidencia más sólida sobre la eficacia de los exámenes de detección por AFP o ecografía; sin embargo, no se notificaron beneficios para la mortalidad por CHC.
Las limitaciones de la sensibilidad y la especificidad de la AFP para la vigilancia de las poblaciones de riesgo alto dieron lugar al uso de la ecografía como otro método de detección del CHC.[3] Los estudios de portadores sanos del antígeno de superficie de la hepatitis B [5] y de pacientes con cirrosis [7] permitieron definir las características de la eficacia de la ecografía como examen de detección para el CHC. La sensibilidad en los primeros fue del 71 % y, en los segundos, del 78 %, con una especificidad del 93 %. Los VPP fueron del 14 % y el 73 %, respectivamente. En un estudio de pacientes que estaban en lista de espera para trasplante de hígado, se encontró que la ecografía tuvo una sensibilidad del 58 %, una especificidad del 94 %, un valor pronóstico de un resultado negativo del 91 % y un VPP del 68 %.[14]
En un estudio de casos y controles de población atendida por la VA, se evaluó si los exámenes de detección con AFP o ecografía reducen la mortalidad por CHC. Para obtener más información consultar la sección Alfafetoproteína.
Las limitaciones de la sensibilidad y la especificidad de la AFP y el uso de la ecografía para la vigilancia de poblaciones de riesgo alto, como las personas con cirrosis, dieron lugar a la evaluación de la tomografía computarizada (TC) como otro método de detección del CHC. En los estudios de pacientes con cirrosis se indica que la TC quizás sea más sensible para el CHC que la ecografía o la concentración de AFP superior a 20 μg/l.[11,12]
En un ensayo controlado de 18 816 personas entre 35 y 59 años de edad con hepatitis B en Shanghái, se asignaron al azar pacientes a un grupo de exámenes de detección con AFP y ecografía cada 6 meses o a un grupo de atención habitual. La mortalidad por CHC fue menor en el grupo de detección (83,2 vs. 131,5 por 100 000; cociente de tasa de mortalidad 0,63 [intervalo de confianza (IC) 95 %, 0,41–0,98]). Si bien estos resultados son prometedores, se presentaron los siguientes problemas:
En un ensayo controlado aleatorizado, se estudiaron a 5581 hombres entre 30 y 69 años que eran portadores crónicos del VHB entre 1989 y 1995, en el condado de Qidong (China). De estos hombres, 3712 se asignaron al azar al grupo de detección y 1869, al grupo de control. Los exámenes de detección implicaron pruebas de AFP semestrales, y seguimiento de los pacientes con resultados anormales (≥20 μg/l). A todos los pacientes se les dio seguimiento para identificar cáncer de hígado o muerte. La sensibilidad y especificidad generales del programa fueron del 55,3 % y del 86,5 %, respectivamente. En los pacientes que cumplieron con todos los exámenes de detección planificados, la sensibilidad fue del 80 % y la especificidad del 80,9 %. No se observó una diferencia significativa entre la tasa de mortalidad del grupo de exámenes de detección (1138 por 100 000 años-persona) y la del grupo de control (1114 por 100 000 años-persona), aunque los exámenes de detección con AFP condujeron a un diagnóstico más temprano de cáncer de hígado (es decir, el porcentaje de los casos en estadio I fue mucho más alto en el grupo de detección [29,0 %] que en el grupo de control [6 %]).[17] En una revisión se concluyó que el método de medición de la AFP no fue lo suficientemente sensible para detectar CHC, lo que afectó la interpretación del resultado negativo de este ensayo.[15]
Es posible que se presenten dos tipos de perjuicios o complicaciones por los exámenes de detección. Los perjuicios directos pueden obedecer a complicaciones de las biopsias de hígado que se realizan como parte de las pruebas de diagnóstico. Estas complicaciones se notifican en el 0,06 % al 0,32 % de los pacientes y suelen ocurrir a pocas horas de terminar la biopsia. Las complicaciones incluyen hemorragia, peritonitis biliar, penetración visceral y neumotórax. En escasas ocasiones, se presenta la muerte como resultado directo de la biopsia hepática (0,009–0,12 %). Alrededor de un tercio de los pacientes tienen dolor en el sitio de la incisión, en el cuadrante superior derecho o en el hombro derecho.[1] La citología por aspiración con aguja y la biopsia hepática se relacionan, en pocas ocasiones, con la implantación de células malignas en el trayecto de la aguja. La mejora observada en las tasas de supervivencia a 5 y 10 años se podría atribuir, de forma completa o parcial, a los sesgos por tiempo de anticipación diagnóstica (el diagnóstico prematuro en la evolución natural del carcinoma hepatocelular [CHC], en lugar de la supervivencia mejorada por el diagnóstico y el tratamiento tempranos), los sesgos por duración (la detección temprana de tumores de crecimiento más lento y menos invasivos mediante exámenes de detección) o el sobrediagnóstico de CHC (la detección de los tumores que no afectarán la morbilidad o la mortalidad).
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Se actualizaron las estadísticas con el número estimado de casos nuevos y defunciones para 2024 (se citó a la American Cancer Society como referencia 2).
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PDQ® sobre los exámenes de detección y la prevención. PDQ Exámenes de detección del cáncer de hígado (hepatocelular). Bethesda, MD: National Cancer Institute. Actualización: <MM/DD/YYYY>. Disponible en: https://www.cancer.gov/espanol/tipos/higado/pro/deteccion-higado-pdq. Fecha de acceso: <MM/DD/YYYY>.
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