La incidencia anual de cáncer de tiroides es de 4,8 a 5,9 casos por millón de personas de 0 a 19 años, lo que representa casi el 1,5 % de todos los cánceres en este grupo de edad.[1,2] La incidencia de cáncer de tiroides es más alta en las personas de 15 a 19 años (17,6 casos por millón de personas) y representa casi el 8 % de todos los cánceres que se presentan en este grupo de mayor edad.[1,3] Los carcinomas de tiroides se presentan con más frecuencia en las niñas que en los niños.[4] La tendencia hacia tumores más grandes indica que el examen diagnóstico minucioso no es la única explicación de los resultados observados.[5]
En 2 estudios de análisis de tendencia en el tiempo que usaron la base de datos Surveillance, Epidemiology, and End Results (SEER) Program, se observó un aumento del 2 % y el 3,8 % anual en la incidencia del carcinoma de tiroides diferenciado en niños, adolescentes y adultos jóvenes en los períodos entre 1973 y 2011, y 1984 y 2010, respectivamente.[1,5] En Canadá, se ha documentado una tendencia general similar durante las últimas 2 décadas.[6] En un estudio poblacional danés de cáncer de tiroides en pacientes menores de 24 años, se informó que la tasa de incidencia ajustada por edad (por 100 000) aumentó de manera significativa desde 0,36 en 1980 hasta 0,97 en 2014, con un promedio de cambio anual del 2,9 %.[7] No se observaron cambios en la supervivencia general, pero sí un aumento importante de la incidencia de cáncer de tiroides en los adultos jóvenes (edad de 18–24 años), sobre todo en mujeres y en pacientes con carcinoma papilar.
La incidencia de cáncer de tiroides es más alta en personas blancas que en personas negras (5,3 casos por millón vs. 1,5 casos por millón). También es más alta en mujeres adolescentes que en varones adolescentes (8,1 casos por millón vs. 1,7 casos por millón).[1]
El subtipo papilar es el cáncer de tiroides más común y representa alrededor del 60 % de los casos, seguido por el subtipo papilar de variante folicular (20–25 %), el subtipo folicular (10 %) y el subtipo medular (<10 %). La incidencia del subtipo papilar y su variante folicular llega a su punto máximo entre los 15 y los 19 años. La incidencia del cáncer de tiroides medular es la más alta en los niños de 0 a 4 años y disminuye a mayor edad (consultar la Figura 1).[2]
Los factores de riesgo para el cáncer de tiroides infantil son los siguientes:
El carcinoma de tiroides papilar es la forma más frecuente de carcinoma de tiroides que se diagnostica después de la exposición a radiación.[5] Con frecuencia se encuentran alteraciones moleculares, que incluyen reordenamientos intracromosómicos; entre estos, los más comunes son los reordenamientos en RET/PTC.[5]
Los tumores de tiroides se clasifican como adenomas o carcinomas.[1-3] Los adenomas son nódulos encapsulados benignos bien circunscritos que pueden agrandar parte o toda la glándula, la cual se extiende a ambos lados del cuello y llega a ser bastante grande. Algunos tumores segregan hormonas. Es posible que la transformación a un carcinoma maligno comience en algunas células que proliferan y diseminan a los ganglios linfáticos del cuello o los pulmones. Casi el 20 % de los nódulos tiroideos en los niños son malignos.[1,4]
En la categoría general de diagnóstico de carcinoma de tiroides, se incluyen los siguientes tipos histológicos:
La oncogénesis de tiroides y la evolución de los carcinomas de células foliculares de tiroides (carcinoma de tiroides diferenciado, carcinoma de tiroides papilar poco diferenciado y carcinoma de tiroides anaplásico) se definen mediante un proceso de pasos múltiples que resulta en la activación anómala de las vías de señalización MAPK o PI3K/PTEN/AKT. Los estudios genómicos exhaustivos que se llevaron a cabo durante la última década han definido el panorama de estos tumores, así como también las correlaciones entre genotipo y fenotipo. Con el empleo de técnicas de secuenciación avanzada, se encuentran alteraciones oncógenas en más del 90 % de los tumores.[1]
En una revisión retrospectiva se clasificaron 131 pacientes pediátricos con cáncer de tiroides diferenciado en 3 grupos: con variantes de RAS (HRAS, KRAS o NRAS), con variantes de BRAF (BRAF p.V600E) y con fusiones RET::NTRK (fusiones RET, NTRK1 y NTRK3).[2] Los pacientes con fusiones RET::NTRK tenían una probabilidad significativamente mayor de presentar enfermedad avanzada en los ganglios linfáticos y metástasis a distancia y menos probabilidad de lograr la remisión al cabo de un año, en comparación con los pacientes de los subgrupos con variantes de RAS y variantes de BRAF.
Las variantes oncoiniciadoras más comunes son las de los genes BRAF y RAS, seguidas de las fusiones de genes que comprometen RET o NTRK:[3-5]
La presencia de BRAF V600E se relacionó con la extensión extratiroidea del tumor y con un aumento en el riesgo de recidiva; sin embargo, su importancia en el pronóstico es controvertida. Los tumores que presentan BRAF V600E parecen mostrar un perfil inmunosupresor amplio con expresión alta del ligando 1 de muerte celular no programada (PD-L1).[3,5]
En un análisis retrospectivo de 80 pacientes brasileños menores de 18 años de edad con carcinoma de tiroides papilar se encontraron fusiones AGK::BRAF y variantes puntuales BRAF V600E.[6] Las fusiones AGK::BRAF, que se encuentran en el 19 % de los pacientes pediátricos con carcinoma de tiroides papilar, se relacionaron con metástasis a distancia y menor edad. Las variantes BRAF V600E, que se encuentran en el 15 % de los pacientes con carcinoma de tiroides papilar pediátrico, se relacionaron con mayor edad y tumores más grandes.
En una revisión retrospectiva se identificaron 113 tumores positivos para una fusión de RET entre 993 pacientes con carcinoma de tiroides papilar.[8] Los tumores positivos para la fusión de RET fueron tres veces más frecuentes en pacientes pediátricos y adolescentes (29,8 %) que en los pacientes adultos (8,7 %). Se identificaron 20 tipos de fusiones de RET. Los carcinomas positivos para RET se asociaron con un comportamiento tumoral de gran malignidad, que incluyó tasas altas de metástasis ganglionares (75,2 %) y metástasis a distancia (18,6 %). Estas tasas fueron significativamente más altas en los carcinomas con fusiones de NTRK, variantes BRAF V600E y variantes de RAS. Las metástasis locales y a distancia también se encontraron con frecuencia en los pacientes con microcarcinomas positivos para fusiones de RET. Las recidivas verdaderas fueron infrecuentes (2,4 %) y solo se presentaron en adultos. Las tasas de supervivencia específicas de la enfermedad fueron del 99 % a los 2 años, del 96 % a los 5 años y del 95 % a los 10 años.
En un estudio se correlacionó el estado de los puntos calientes con variantes de DICER1 con las características clínicas, histológicas y de desenlace en una serie de 56 pacientes pediátricos con carcinomas de tiroides papilares. Estos pacientes no tenían antecedentes clínicos ni familiares de manifestaciones sindrómicas relacionadas con DICER1.[11] De los carcinomas de tiroides papilares, 15 (27%) albergaban la variante BRAF p.V600E, mientras que 8 (14 %) presentaban variantes de DICER1, sin variantes BRAF p.V600E asociadas. Se identificaron variantes de DICER1 en los exones 26 y 27. También se observó una nueva variante D1810del (c.5428_5430delGAT). En el estudio se confirmó la ausencia de variantes de DICER1 en puntos calientes del DNA del tejido no tumoral emparejado en los 8 carcinomas de tiroides papilares relacionados con DICER1. También se concluyó que la mayor incidencia en pacientes mujeres y el número elevado de carcinomas de tiroides papilares con patrón folicular de riesgo bajo son características de los carcinomas de tiroides papilares relacionados con DICER1.
En un estudio se obtuvo el perfil de miRNA de 20 muestras de tejido tiroideo no neoplásico, 8 muestras de tejido adenomatoso y 60 muestras de tejido con cáncer tiroideo pediátrico, 8 de los cuales presentaban variantes de RNasa IIIb de DICER1. Todos los cánceres de tiroides diferenciados con variantes de DICER1 eran foliculares, 6 eran canceres papilares de tiroides de variante folicular y 2 cánceres de tiroides foliculares.[12]
Otras alteraciones incluyen las siguientes:[3,5]
Al analizar los tumores con características histológicas similares, la gama de alteraciones genéticas difiere entre niños y adultos, en la siguiente forma:[1,4,13,14]
El carcinoma de tiroides medular es una neoplasia maligna neuroendocrina derivada de las células C parafoliculares de la glándula tiroides que se originan en la cresta neural. En niños, el carcinoma de tiroides medular es un desorden monogénico en el oncogén RET debido a una variante dominante de ganancia de función heredada o de novo asociada a la neoplasia endocrina múltiple de tipo 2 (NEM2), ya sea NEM2A o NEM2B, dependiendo de la variante específica. El riesgo más alto de carcinoma de tiroides medular lo confiere la variante M918T de RET, que se asocia a NEM2B. Las variantes de RET asociadas a NEM2A confieren un riesgo menor de carcinoma de tiroides medular.[4]
Los pacientes de cáncer de tiroides por lo general presentan una masa tiroidea con adenopatía cervical indolora o sin ella.[1] A partir de los antecedentes médicos y familiares, así como el conjunto de sus manifestaciones, el cáncer de tiroides quizá forme parte de un síndrome de predisposición tumoral como la neoplasia endocrina múltiple (NEM), la poliposis asociada a APC, el síndrome hamartomatoso PTEN, el complejo de Carney, el síndrome de Werner o el síndrome DICER1.[2,3]
La edad más joven se relaciona con una presentación clínica más maligna del carcinoma de tiroides diferenciado. Se dieron a conocer las siguientes observaciones:
En el caso del cáncer de tiroides bien diferenciado, se encontró que el sexo masculino, un tamaño grande del tumor y las metástasis a distancia tienen importancia pronóstica de mortalidad temprana; sin embargo, incluso los pacientes del grupo de riesgo más alto con metástasis a distancia tuvieron una tasa de supervivencia del 90 %.[11] En un análisis de un registro francés, se observaron desenlaces similares en niños y adultos jóvenes que presentaron carcinoma de tiroides papilar después de recibir radioterapia en comparación con niños y adultos jóvenes con carcinoma de tiroides papilar espontáneo. Sin embargo, los pacientes que recibieron antes irradiación tiroidea para una enfermedad benigna padecieron más tumores invasores y compromiso ganglionar.[12]
Una revisión de la National Cancer Database encontró que los pacientes de 21 años o menos de familias de bajos recursos y aquellos que no tenían seguro médico, tuvieron un mayor tiempo de espera entre el diagnóstico y el tratamiento del cáncer de tiroides bien diferenciado y presentaron un estadio más avanzado de la enfermedad.[13]
Los niños con carcinoma de tiroides medular poseen un cuadro clínico más maligno; el 50 % de los casos presentan metástasis hematógenas en el momento del diagnóstico.[14] El Instituto Nacional del Cáncer está realizando un estudio sobre la evolución natural del cáncer de tiroides medular en niños y adultos jóvenes (NCT01660984). En una revisión de 430 pacientes de 0 a 21 años con cáncer de tiroides medular, se notificó que la edad más avanzada (16–21 años) en el momento del diagnóstico, un tumor de más de 2 cm de diámetro, los márgenes afectados por cáncer después de una tiroidectomía total y las metástasis ganglionares se relacionaban con un pronóstico menos favorable.[15]
Entre 1997 y 2019, en el registro de la German Society for Pediatric Oncology and Hematology–Malignant Endocrine Tumors se identificó a un total de 57 pacientes de carcinoma de tiroides medular y a 17 pacientes con hiperplasia de células C.[16][Nivel de evidencia C1] Para los pacientes de carcinoma de tiroides medular, la mediana de seguimiento fue de 5 años (intervalo, 0–19 años) y la mediana de edad en el momento del diagnóstico fue de 10 años (intervalo, 0–17 años). La tasa de supervivencia general fue del 87 % y la tasa de supervivencia sin complicaciones (SSC) fue del 52 %. En total, los síndromes de NEM de tipo 2 (NEM2) afectaron al 96,4 % de los pacientes; 37 de 42 exhibían NEM2A y 3 de 28 pacientes exhibían NEM2B (variante M918T de RET). La tasa de SSC a 10 años fue del 78 % para los pacientes con NEM2A y del 38 % para los pacientes con NEM2B (P < 0,001). En análisis multivariantes, el estado de los ganglios linfáticos y las concentraciones altas de calcitonina después de la cirugía fueron importantes factores pronósticos adversos para la SSC.
En niños con NEM2B hereditaria, el carcinoma de tiroides medular a veces se detecta durante el primer año de vida y es posible que ocurran metástasis ganglionares antes de los 5 años de edad. El reconocimiento de neuromas mucosos, antecedentes de alacrimia, estreñimiento (secundario a ganglioneuromatosis) y características faciales y hábito marfanoide es crítico para el diagnóstico temprano porque la variante RET M918T, asociada a NEM2B, es muchas veces una variante de novo. Alrededor del 50 % de los pacientes con NEM2B desarrollan un feocromocitoma, mientras que con NEM2A el grado de riesgo de presentar un feocromocitoma e hipertiroidismo fluctúa según la variante específica de RET.[17,18] Para obtener más información, consultar Tratamiento de los síndromes de neoplasia endocrina múltiple infantiles.
La evaluación inicial de un niño o adolescente con un nódulo tiroideo incluye los siguientes procedimientos:
Las pruebas del funcionamiento de la tiroides suelen dar resultados normales, pero la tiroglobulina quizás esté elevada.
La aspiración con aguja fina como abordaje diagnóstico inicial es sensible y útil. Sin embargo, en casos dudosos se debe considerar realizar una biopsia o resección abiertas.[1]
El cáncer en niños y adolescentes es infrecuente, aunque desde 1975 se ha observado un aumento gradual de la incidencia general.[1] Se debe considerar la derivación a centros médicos que cuenten con un equipo multidisciplinario de especialistas en oncología con experiencia en el tratamiento de los cánceres que se presentan en la niñez y la adolescencia. Este equipo multidisciplinario incorpora la pericia de los siguientes profesionales de atención de la salud y otros para asegurar que los niños reciban el tratamiento, los cuidados médicos de apoyo y la rehabilitación que les permitan lograr una supervivencia y calidad de vida óptimas:
Para obtener información sobre los cuidados médicos de apoyo para niños y adolescentes con cáncer, consultar los resúmenes sobre Cuidados médicos de apoyo y cuidados paliativos.
La American Academy of Pediatrics estableció pautas para los centros de oncología pediátrica y su función en el tratamiento de los pacientes de cáncer infantil.[2] En estos centros de oncología pediátrica, se dispone de ensayos clínicos para la mayoría de los tipos de cáncer que se presentan en niños y adolescentes, y se ofrece la oportunidad de participar a la mayoría de los pacientes y familiares. Por lo general, los ensayos clínicos para los niños y adolescentes con cáncer se diseñan a fin de comparar un tratamiento que parece mejor con el tratamiento estándar actual. La mayoría de los avances en la identificación de tratamientos curativos para los cánceres infantiles se lograron mediante ensayos clínicos. Para obtener información sobre los ensayos clínicos en curso, consultar el portal de Internet del NCI.
Se han logrado mejoras notables en la supervivencia de niños y adolescentes con cáncer. Entre 1975 y 2020, la mortalidad por cáncer infantil disminuyó en más del 50 %.[3-5] Los niños y adolescentes sobrevivientes de cáncer necesitan un seguimiento minucioso, ya que es posible que los efectos secundarios del tratamiento del cáncer persistan o se presenten meses o años después de este. Para obtener más información sobre la incidencia, el tipo y la vigilancia de los efectos tardíos en los niños y adolescentes sobrevivientes de cáncer, consultar Efectos tardíos del tratamiento anticanceroso en la niñez.
El cáncer infantil es una enfermedad rara con cerca de 15 000 casos anuales diagnosticados antes de los 20 años de edad en los Estados Unidos.[6] En la Rare Diseases Act of 2002 de los Estados Unidos, se define una enfermedad rara como la que afecta a poblaciones de menos de 200 000 personas. Por lo tanto, todos los cánceres infantiles se consideran enfermedades raras.
La designación de un tumor raro es diferente entre los grupos pediátricos y de adultos. En el caso de los adultos, se considera que un cáncer es raro cuando su incidencia anual es inferior a 6 casos por 100 000 personas. Representan hasta el 24 % de los cánceres diagnosticados en la Unión Europea y alrededor del 20 % de los cánceres diagnosticados en los Estados Unidos.[7,8] Además, tal como se indica a continuación, la designación de un tumor infantil raro no es uniforme entre los grupos internacionales:
La mayoría de los cánceres del subgrupo XI son melanomas o cánceres de tiroides, mientras que otros tipos de cáncer solo representan el 2 % de los cánceres en niños de 0 a 14 años y el 9,3 % de los cánceres en adolescentes de 15 a 19 años.
Estudiar estos cánceres raros es un reto por el número bajo de pacientes con cualquier diagnóstico individual, el predominio de estos cánceres raros en adolescentes y la carencia de ensayos clínicos con adolescentes que tienen estos cánceres.
También es posible obtener información sobre estos tumores en fuentes relacionadas con el cáncer en adultos, por ejemplo, el resumen Tratamiento del cáncer de tiroides.
Las opciones de tratamiento del carcinoma de tiroides papilar y folicular (diferenciado) son las siguientes:
En 2015, la American Thyroid Association (ATA) Task Force on Pediatric Thyroid Cancer publicó directrices para el tratamiento de los nódulos tiroideos y el cáncer de tiroides diferenciado en niños y adolescentes. Estas directrices (que se resumen a continuación) se basan en datos probatorios científicos y opiniones de paneles de expertos con una evaluación cuidadosa del grado de comprobación científica.[1]
Lo ideal es que la cirugía de tiroides en los niños la lleve a cabo un cirujano que tenga experiencia en la realización de procedimientos endocrinos en niños y en un hospital que cuente con toda la gama de especializaciones pediátricas.
La tiroidectomía total es la opción de tratamiento recomendada para los pacientes con carcinoma papilar o folicular. La recomendación del panel de expertos de la ATA se basa en datos que indican un aumento de incidencia de enfermedad bilateral (30 %) y multifocal (65 %).
En pacientes con un tumor unilateral pequeño confinado en la glándula, se podría contemplar una tiroidectomía subtotal para limitar el daño permanente en esas estructuras; se deja una porción muy pequeña de tejido tiroideo (<1–2 %) en el punto de entrada del nervio laríngeo recurrente o de las glándulas paratiroideas superiores.[2]
En un análisis retrospectivo se identificaron factores relacionados con la afectación bilateral de la tiroides en 115 pacientes pediátricos con cáncer de tiroides bien diferenciado.[3] De 115 participantes, 47 (41 %) presentaron enfermedad bilateral. En el análisis multivariable, solo la multifocalidad en el lóbulo primario se relacionó de forma independiente con la enfermedad bilateral (oportunidad relativa, 7,61; intervalo de confianza 95 %, 2,44–23,8; P < 0,001). Entre los pacientes sin compromiso ganglionar desde el punto de vista clínico que presentaban carcinoma papilar sin multifocalidad tumoral en el lóbulo primario, 5 de 32 pacientes (16 %) tenían enfermedad bilateral. Los autores concluyeron que, en los niños con cáncer de tiroides diferenciado, la multifocalidad tumoral en el lóbulo primario se relaciona con enfermedad bilateral, y recomendaron considerar con rapidez una tiroidectomía completa después de la lobectomía inicial.
En otro análisis retrospectivo multicéntrico se evaluó la prevalencia y los factores de riesgo de la enfermedad multifocal en 212 pacientes pediátricos con carcinoma de tiroides papilar.[4] La media de edad en el momento del diagnóstico fue de 14,1 años y 23 pacientes tenían 10 años o menos. Un total de 173 pacientes (82 %) eran mujeres. En 98 casos (46 %) existía enfermedad multifocal de cualquier grado, y en 73 casos (34 %) había enfermedad multifocal bilateral. Los factores predictivos de la enfermedad multifocal y multifocal bilateral fueron la edad de 10 años o menos, el estadio tumoral T3 y el estadio ganglionar N1b. Los autores llegaron a la conclusión de que deben tenerse en cuenta estos factores de riesgo y la alta prevalencia de la enfermedad multifocal al evaluar los riesgos y beneficios de las opciones de tratamiento quirúrgico en pacientes pediátricos con carcinoma de tiroides papilar.
La tiroidectomía total también permite mejorar el uso del yodo radiactivo para las pruebas de imágenes y el tratamiento.
Pese a los datos probatorios limitados para el entorno pediátrico, la ATA Task Force recomienda el uso del sistema de clasificación tumor-ganglio-metástasis (TNM) para asignar a los pacientes a 1 de 3 grupos de riesgo. Esta estrategia de clasificación permite definir el riesgo de enfermedad cervical persistente y ayuda a determinar cuáles pacientes se deben someter a estadificación posoperatoria para establecer la presencia de metástasis a distancia.
Para obtener más información sobre el sistema TNM, consultar la sección Información sobre los estadios del cáncer de tiroides en Tratamiento del cáncer de tiroides.
La estadificación inicial se deberá realizar dentro de las 12 semanas posteriores a la cirugía para evaluar si hay indicios de enfermedad locorregional persistente e identificar a los pacientes con más probabilidades de beneficiarse de la terapia adicional con yodo I 131 (131I). Los niveles de riesgo pediátrico establecidos por la ATA (definidos antes) ayudan a determinar el alcance de las pruebas posoperatorias.
Para los pacientes con anticuerpos contra la tiroglobulina, se debe sopesar demorar la estadificación posoperatoria para dar tiempo a la depuración de anticuerpos, excepto para pacientes con enfermedad T4 o M1.
La meta del tratamiento con 131I es disminuir la recidiva y la mortalidad mediante la eliminación de la enfermedad ávida de yodo.
Los efectos tardíos del tratamiento con 131I, que son poco frecuentes, incluyen disfunción de las glándulas salivales, inhibición de la médula ósea, fibrosis pulmonar y segundas neoplasias malignas.[7]
A pesar de tener una enfermedad más avanzada en el momento de la presentación del cuadro clínico inicial que los adultos, los niños con cáncer de tiroides diferenciado tienen una supervivencia excelente y relativamente pocos efectos secundarios.[1-3]
Las opciones de tratamiento para el carcinoma de tiroides papilar y folicular incluyen las siguientes:
Por lo general, la ablación con yodo radiactivo 131 I es efectiva después de una recidiva.[4] Las terapias moleculares dirigidas que utilizan inhibidores de cinasas, pueden ser terapias alternativas en el caso de los pacientes con enfermedad resistente al tratamiento con 131 I.
Los inhibidores de tirosina–cinasas (ITC) con eficacia documentada para el tratamiento de adultos son los siguientes:
Son limitados los datos específicos para pediatría; sin embargo, en un informe de caso, el sorafenib produjo una respuesta radiográfica en un paciente de 8 años con carcinoma de tiroides papilar metastásico.[6]
Se notificó que 3 niños con carcinoma de tiroides papilar resistente al yodo radiactivo presentaron una respuesta clínica al lenvatinib.[8]
Para obtener más información, consultar Tratamiento del cáncer de tiroides.
La información en inglés sobre los ensayos clínicos patrocinados por el Instituto Nacional del Cáncer (NCI) se encuentra en el portal de Internet del NCI. Para obtener información en inglés sobre ensayos clínicos patrocinados por otras organizaciones, consultar el portal de Internet ClinicalTrials.gov.
A continuación, se presenta un ejemplo de ensayo clínico nacional o institucional en curso:
Los carcinomas de tiroides medular por lo general se relacionan con el síndrome de neoplasia endocrina múltiple de tipo 2 (NEM2). Para obtener más información, consultar Tratamiento de los síndromes de neoplasia endocrina múltiple infantiles.
Las opciones de tratamiento del carcinoma de tiroides medular son las siguientes:
La mayoría de los casos de carcinoma de tiroides medular en la niñez se presentan en el contexto de los síndromes NEM2A y NEM2B. En esos casos familiares, se indican pruebas y asesoramiento genético tempranos, y se recomienda cirugía profiláctica para los niños con una variante germinal de RET. Las fuertes correlaciones entre genotipo y fenotipo facilitaron la formulación de directrices de intervención, incluso sobre los exámenes de detección y la edad en que se debería realizar la tiroidectomía profiláctica.[2]
En un análisis retrospectivo se identificaron 167 niños con variantes del gen RET que se sometieron a tiroidectomía profiláctica. Este grupo incluyó a 109 pacientes sin disección simultánea de los ganglios linfáticos centrales y 58 pacientes con disección simultánea de los ganglios linfáticos centrales. El hipoparatiroidismo posoperatorio fue más frecuente en niños mayores (32 % en el grupo de mayor edad vs. 3 % en el grupo de menor edad; P = 0,002), independientemente de si se realizó la disección de los ganglios linfáticos centrales. Tres niños desarrollaron parálisis del nervio laríngeo recurrente, todos se sometieron a disección de los ganglios linfáticos centrales (P = 0,040). Todas las complicaciones se solucionaron en 6 meses. La normalización de las concentraciones de calcitonina sérica posoperatoria fue posible en 114 de los 115 niños (99,1 %) que presentaron un aumento en los valores preoperatorios. Los niños se clasificaron en grupos de riesgo según el tipo específico de variante del gen RET (consultar el Cuadro 1).[3]
La American Thyroid Association propuso las siguientes directrices para la tiroidectomía profiláctica en niños con carcinoma de tiroides medular hereditario (consultar el Cuadro 1).[2]
Categoría de riesgo de carcinoma de tiroides medular | |||
---|---|---|---|
Más alto (NEM2B) | Alto (NEM2A) | Moderado (NEM2A) | |
NEM2A = neoplasia endocrina múltiple de tipo 2A; NEM2B = neoplasia endocrina múltiple de tipo 2B. | |||
aAdaptado de Wells et al.[2] | |||
Variante de RET | M918T | A883F, C634F/G/R/S/W/Y | G533C, C609F/G/R/S/Y, C611F/G/S/Y/W, C618F/R/S, C620F/R/S, C630R/Y, D631Y, K666E, E768D, L790F, V804L, V804M, S891A, R912P |
Edad para la tiroidectomía profiláctica | Tiroidectomía total en el primer año de vida, idealmente en los primeros meses de vida. | Tiroidectomía total a los 5 años de edad o antes según las concentraciones de calcitonina sérica. | Tiroidectomía total cuando las concentraciones de calcitonina sérica excedan los límites normales o en otro momento oportuno si los padres prefieren evitar un período de vigilancia largo. |
En un ensayo de fase I/II, se trataron con vandetanib a los niños con carcinoma de tiroides medular metastásico localmente avanzado o con carcinoma de tiroides medular metastásico. De 16 pacientes, solo 1 no respondió al tratamiento y 7 presentaron una respuesta parcial con una tasa de respuesta objetiva del 44 %. La enfermedad recidivó en 3 de esos pacientes, pero 11 de 16 pacientes tratados con vandetanib seguían recibiendo la terapia en el momento del informe. La duración de la terapia en la cohorte completa osciló entre 2 y 52 meses, con una mediana de 27 meses.[6] Una evaluación a largo plazo de una cohorte de 17 niños y adolescentes con carcinoma de tiroides medular avanzado que recibieron vandetanib, informó una media de SSP de 6,7 años y una supervivencia general a 5 años del 88,2 %.[7]
Para obtener más información, consultar Tratamiento de los síndromes de neoplasia endocrina múltiple infantiles y la sección en inglés Treatment for Medullary Thyroid Cancer [MTC] en Genetics of Endocrine and Neuroendocrine Neoplasias.
La información en inglés sobre los ensayos clínicos patrocinados por el Instituto Nacional del Cáncer (NCI) se encuentra en el portal de Internet del NCI. Para obtener información en inglés sobre ensayos clínicos patrocinados por otras organizaciones, consultar el portal de Internet ClinicalTrials.gov.
A continuación, se presenta un ejemplo de ensayo clínico nacional o institucional en curso:
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